Por Orlando Navarro – Periodista
En un pasaje bíblico ampliamente conocido, Jesús refiere al hombre que construyó sobre la roca. En sendas lecturas de Mateo y Lucas, el Señor enseña que quien escucha sus palabras y las pone en práctica, es ‘como un hombre sabio que construye su casa sobre la roca’’, la cual permanece firme ante la lluvia, los ríos y los vientos. En cambio, dice, quien oye sus palabras pero no las practica, es como un hombre insensato ‘que construye su casa sobre la arena’’, la cual sucumbe cuando llegan las tormentas.
Vivir con sensatez
El hombre sensato planifica, diseña los cimientos, levanta columnas firmes y en lo posible indestructibles, y así se asegura un futuro de largo plazo para la vida útil de su vivienda. Podrán venir, como es el caso de nuestra provincia, hasta fuertes sismos, que no va a pasar de un susto y algunos destrozos en vidrios y utensilios varios. Pero confía en que su casa no se le vendrá abajo porque para eso, previsor, la preparó desde el momento que la concibió.
Esta imagen se me ha venido repetidamente a la cabeza todos estos años. Prácticamente desde que tengo uso de razón. A cuento de observar, en distintos gobiernos, la desaprensión, falta de cuidado y falta de profesionalismo, entre otras cosas, con que nuestros gobernantes de turno, se enfrascaron en trabajar más que nada para ganar las próximas elecciones, y no en gestionar.
Malos gobiernos nacionales
No me estoy refiriendo a los gobiernos que le tocaron a San Juan, que, como dije en otra nota, por lo general han sido gobiernos razonables, sino a los del orden nacional. Estos se desangran en cruentas luchas electorales, dejando atrás el tratamiento de temas fundamentales, con lo cual su mirada es cortoplacista y, así, ‘construyen sobre arena’’, en lugar de ‘sobre la roca’’. Esta exige más sacrificio, recién observables en el futuro mediato. El otro, el del gobernante insensato, es el camino directo al populismo, al cual se ve inducido porque prefiere mantener a la población en un estado de aparente y pasajero bienestar, aún a costa de rifar su futuro.
Es una explicación breve para tanta historia, pero que intenta arrojar algo de luz a la pregunta de cuál será el motivo por el que, una parte importante de la población, está viviendo en conglomerados o villas miseria, en condiciones de dolorosa indigencia, perteneciendo a un país que ha sido dotado por la naturaleza de una enorme riqueza.
El origen del mal
Gran parte de la ‘culpa’’, la tiene la posibilidad de elegir representantes cada dos años, y a la cual referimos en otra nota como el ‘origen del mal’’. Esto, aparte de ser un gasto monumental, distrae a la población de sus asuntos, porque debe estar por obligación, conectada con el perfil de los candidatos, sus propuestas, con el peso agobiante de su mala situación económica, y de comprobar como aquéllos, una vez en el poder, se enriquecen de mala manera.
La defraudación los lleva, muchas veces, a optar entre lo que considera el mal menor o, como viene ocurriendo, negándose a concurrir al acto eleccionario. con el oscuro presentimiento que nada va a cambiar y eso los desalienta a ejercer su derecho al voto.
Nos estábamos acostumbrando a Vivir con inflación, a ver como aprieta la pobreza, a sufrir la corrupción de ciertos gobernantes, y eso se internalizó de tal manera que se convirtió en una especie de cultura, que terminó por desintegrar el espíritu de lucha, de superación y por evaporar los beneficios del mérito.
Anteriormente, hubo un gobernante que trató de desplazar el sentido del mérito, en una cruel exhibición de maldad ejercida sobre la ciudadanía, a la que tomó por ignorante, y la sometió con la falsa promesa de que ‘el Estado te cuida’’.
Por supuesto que el Estado está para cuidar a la población, su educación, salud, seguridad, pero el punto es que las herramientas que se han usado han sido mutiladas por la ambición primaria de llegar o mantener el poder, a como dé lugar.
Lo que viene
El próximo domingo se vota nuevamente, en elección de medio término, pero que tiene decisiva importancia para la suerte del país en los años venideros.
El elector tiene varias opciones, pero debe tener, imperiosamente, memoria de las circunstancias que le ha tocado Vivir y de quienes han sido los actores responsables de su actual situación. Aquí no abogamos por nadie. El ciudadano tiene en sus manos el poder de su propio discernimiento. Y del que da la democracia, el voto. Votar es lo que debe hacer si está, como supongo, realmente interesado en el futuro de la patria y de sus hijos.

