Hace 90 años, un aviador sanjuanino, tuvo el mérito de conducir una hazaña científica sin precedentes en el historial aeronáutico nacional. Se trata del piloto perteneciente a la aviación naval, Suboficial César Augusto Balaguer, otro de esos héroes desconocidos u omitidos de la historia. La misión era llegar a la legendaria Isla de los Estados situada en el Océano Atlántico Sur, al sudeste de la isla Tierra del Fuego, y tenía como objetivo principal obtener fotografías áreas. Aquel vuelo memorable se realizó a comienzos del año 1935. La nave que piloteaba nuestro comprovinciano era el hidroavión “T-201 Fokker”, único avión en esos años capaz de realizar este tipo de vuelo. Balaguer, acompañado por otros militares de la Armada, tenía una gran experiencia como aviador naval, fue por esta razón que se le encomendó la tarea de pilotearlo. El avión, bien preparado, con su máquina fotográfica buen segura, despegó el 1 de febrero de aquel año, de la Base de Puerto Belgrano situada en Punta Alta. Su primera escala la cumplió en la península de Valdez, cargando combustible. Luego sobrevino la segunda parada, acuatizando en el Golfo de San Jorge, para continuar en Puerto Gallego. Las crónicas cuentan que en este punto la nave sufrió un desperfecto mecánico, un problema de la bomba de aceite, que por poco termina con la misión, pero felizmente fue superado. Así llegamos al día 12 del mismo mes, jornada en que el avión sobrevoló la pintoresca isla, que inmortalizara Julio Verne, en su novela “El faro del fin del mundo”. Esta es una pequeña franja de tierra, que tiene 85 kilómetros de largo y 25 kilómetros de ancho. Su ubicación cerca de donde convergen los océanos, genera un clima hostil, con tormentas, vientos huracanados y suele estar cubierta por neblina. Estos factores hacen, y más en aquellos años, que volar era una verdadera proeza. Luego de este primer vuelo, el hidroavión nuevamente acuatizó en una pequeña bahía, cerca de Ushuaia, y desde acá se realizaron los vuelos restantes. Estos fueron rasantes o a gran altura, cuando el clima lo permitía. De estos vuelos se obtuvo información de gran valor, además que fue una manera implícita de ejercer la soberanía en aquellos lejanos sitios. Resultado de todos los vuelos, es que se logró obtener o marcar sectores de la isla, con cientos y cientos de fotos, logrando un exhaustivo relevamiento hidrográfico y topográfico. Luego de cumplir con el objetivo, llegó el momento del regreso -en el mes de mayo- el cual también tuvo matices de extrema peligrosidad. Sea este el pequeño homenaje aquel valiente piloto, el aviador naval, César Augusto Balaguer. Al margen de lo expuesto, se advierte que muchas calles sanjuaninas aún no tienen nombre, bien podría ser el del heroico aviador aludido.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia