Por Dr. Raúl de la Torre – Abogado, escritor, compositor, intérprete
En Una plaza gris, doblado sobre sus rodillas, un anciano no disfruta el verde ni algunos trinos. Sabe que su ciudad de oro, perla del Plata, agoniza al compás de gorriones confundidos.
En Una angosta calle, los autos han quedado atrapados con seres humanos adentro. El rostro roído por la resignación deposita en oscuros callejones de las entrañas la seguridad de que llegará a su trabajo con dos horas de retraso, y no sabe cuantas veces le perdonarán esta costumbre que le han impuesto los piquetes, ese invento mezcla de pobreza y extorsión. La resignación ante la adversidad va criando gente casi muerta.
Una muchedumbrede pobres zombis
Por una avenida que íntimamente extraña aquella extraviada ciudad orgullo ante el mundo, avanza Una muchedumbre de pobres zombis cargados de bártulos de emergencia y criaturas dormidas, conducidos por tres o cuatro que les cobran el derecho de ser indigentes y les prohiben opinar sobre Una miseria que se les ha enraizado en el alma; y no entienden, porque Una vez escucharon a un pastor o a un amigo que les dijo que todos somos iguales ante Dios, y porque leyeron que alguien escribió hace muchos siglos en unas tablas que debemos esforzarnos por ser felices.
Cuando la nochecita lastimada se deja caer pesada y crujiente sobre calles arruinadas de penas, esa triste gente volverá como hormigas perdidas a sus refugios de plástico y lluvia en los reinos derrotados del conurbano y allí no comerán los padres porque lloriquean los niños y ellos ya comieron ayer.
El estómago pasa factura
Alguien dice que al parecer mañana o pasado tendrán que cumplir la doliente aventura de acampar durante toda la noche como gatos sombríos que nadie ha cobijado y comer lo que se pueda, mientras el estómago pasa factura por lo que no se puede.
Un reportero encara a un motociclista que ha quedado atrapado en alguna callejuela que más se parece a Una cárcel; le pregunta qué piensa de esto que le ocurre y el hombre, sin inmutarse casi, le contesta que no tiene otra. La resignación ante la adversidad es la antesala de alguna muerte prematura. El interior del país aún sobrevive airoso a este espanto. ¿Qué te han hecho Buenos Aires que pareces comandar el costado derrotado de nuestra castigada y dividida Argentina?
El rostro roído por la resignación deposita en oscuros callejones de las entrañas la seguridad de que llegará a su trabajo con dos horas de retraso, y no sabe cuantas veces le perdonarán esta costumbre que le han impuesto los piquetes, ese invento mezcla de pobreza y extorsión. La resignación ante la adversidad va criando gente casi muerta.

