Por Raúl de la Torre – Abogado, escritor, compositor, intérprete
Fue un hombre sobresaliente, un estudioso de la historia y El alma popular; desde su postura profundamente católica, no desconoció doctrinas diametralmente opuestas ni las denigró, fue un pensador respetuoso, con actitud de sabio.
Tuve El privilegio de que me pidieran unas palabras cuando post mortem se presentó su gran libro ‘Pensando Tangos’’, una reflexión privilegiada de esta enorme música popular que nos prestigia ante El mundo y donde nuestro hombre exhibe las razones de su amor a lo popular, que también mostrara en sus estudios del Martín Fierro. Recojo en esta nota algunos conceptos, aprovechando este homenaje.
Entre otras cosas dije que Roald, como un padre que se mete de puro tierno en El escenario donde los hijos debaten a sonrisas la vida para poder sentir más a mano la ternura, se introduce -de puro dulce guapo que es- en El territorio del tango. Allí, en ese paraíso caído y recuperado en emociones, con autoridad y talento, congrega sus duendes en una mesa cordial con invitados tristes y jolgorios, paicas y grelas de suburbios azules y aroma de fondines trasnochados. Nadie puede quedar afuera, porque El tango es generoso en soledades y muchedumbres; todo lo atesora, todo lo añora o perdona; El tango está hecho a la medida del pecho, esa represa de pasiones y ausencias que lo ha parido para ser ‘taita’’ aquí y en El mundo, en la medida que esta música que nos honra refleja lo más profundo de las cosas.
El eje del tango, reloj de vivencias
Recordaba que él toma El eje del tango, reloj de vivencias y emociones que define su compás, lo enreda en viejas cuerdas de tripa y clavijeros de hueso, como fue su origen, y con ese ademán viaja en guitarras de Gardel o de Grela y se da El lujo de refundar canciones con una pluma valiente y sin vueltas, porque pone de lujo los tangos en otro territorio, El del pensamiento.
Cuando analiza con incomparable poesía El tango de Contursi ‘Ventanita de arrabal‘, una crónica poética de traiciones y abandonos, sentencia con maestría: ‘Si la vida fuese sólo racional y El hombre solamente fuera razón, la piba de ese tango no pasaría sus días esperando El regreso del que la engañó. Es un amor derramado en El vacío, pero como El suave perfume que se vuelca no se pierde del todo e impregna con su aroma cuanto lo rodea, así El amor sin respuesta también es un hálito dulce que perfuma la vida, a pesar de su amargo sabor’’.
El amor vale por sí mismo
Este concepto del amor como valor superior, aún en los declives y El sufrimiento, rescata en Roald Viganó su sentido de la vida. El amor vale por sí mismo, porque es un sentimiento que ancla la barca del vivir en esos cielos que El autor reclama a cada paso. El amor hilvana gestos y abandonos como quien hila en El cosmos El gran rompecabezas de la existencia, para formar pacientemente ese cuento sublime que para muchos es El espejo donde Dios se regodea de haber sido generoso.
El filósofo, historiador y escritor, Juan Carlos Roald Viganó. Fue autor de su gran libro ‘Pensando Tangos’’. Él, natural de Mercedes, Provincia de Buenos Aires, El hombre que practicó El difícil arte de hablar fácil. Así se expresó siempre durante los más de 40 años que vivió en San Juan.

