Nuestra provincia tiene un liderazgo consolidado en la producción de tomate gracias a los altos rendimientos, que superan los 100.000 kilos por hectárea, y con esa producción se recurre a la cosecha mecanizada desde mediados de diciembre hasta abril cuando se recogen los frutos tardíos. La tarea es ardua y continua, ante la necesidad de la madurez óptima exigida por las empresas procesadoras del cultivo. Es un procedimiento complejo en épocas normales por la necesidad de alquilar cosechadoras de Brasil, inactivas en contra estación, o contratar mano de obra local o la que podría ingresar de Bolivia.


En tiempos de pandemia se potencian las trabas fronterizas y sanitarias para que los equipos alquilados junto al personal de mantenimiento puedan en entrar al país, e ir sorteando las exigencias protocolares de cada provincia; mucho más difícil es obtener trabajadores temporarios para esta cosecha. Según se ha informado en estas páginas, se requieren ahora unos 500 operarios más a los habituales porque hay 2.800 hectáreas cultivadas, casi el doble de las temporadas anteriores.


Los tiempos del agro son puntuales, mucho más si se trata de cultivos temporarios. Y estos problemas exceden a las soluciones empresarias porque escapan al ámbito privado. En consecuencia urgen medidas políticas tanto locales como nacionales para sortear los obstáculos para el ingreso temporal de los equipos brasileños, con el seguimiento que corresponda y también la llegada de los "cosechadores golondrina" del Norte con la cobertura sanitaria de rigor.


Los productores tomateros tienen 10 equipos para la recolección mecanizada, otros 5 están en manos de empresas del rubro, pero son insuficientes por lo cual buscan traer 8 máquinas más en alquiler. La compra de una cosechadora mecánica tiene un costo de alrededor de 370.000 dólares, una cifra imposible de cubrir, aun asociándose los productores locales, cuya única alternativa es alquilarlas o apelar a la mano de obra. Sin ninguna de estas posibilidades, no es descabellado el calificativo de "catástrofe" a la pérdida del tomate sin levantar.


La encrucijada tiene dos lecturas para la reflexión. Por un lado el anuncio de las autoridades de recuperar la actividad económica en todos los rubros, tras la inactividad impuesta por la pandemia y por ello la subsidiaridad para mantener y recuperar los niveles de empleo. Por otro lado los planes sociales buscan cubrir el desempleo histórico, pero debería haber contraprestación en virtud de la dignidad del trabajo.