El problema de rentabilidad, que afecta a los productores de yerba mate del noreste argentino, lejos de ser un caso aislado viene a confirmar la distorsión de precios existente entre lo que percibe el campo y los valores de góndola. En esta situación puntual, el cosechador percibe 11,5 veces menos del valor que paga el consumidor final. 


La crisis yerbatera acapara en estos momentos la atención nacional porque la supervivencia de los productores los hizo llevar el problema hasta el Congreso de la Nación y las calles porteñas para llamar la atención. Pero la pronunciada brecha existente entre los proveedores agropecuarios frente a la logística y las cadenas de distribución y comercialización, es similar a la que afecta a los sectores frutihortícolas, tamberos, viñateros y en general castiga a las economías regionales. 


El ejemplo de los precios de la yerba mate puede aplicarse en igual relación a otros insumos de primera necesidad provistos por el campo. En este caso el paquete de un kilogramo de yerba mate promedia los $ 58,98 en los supermercados, un valor 11,5 veces mayor a los $5,10 que deberían recibir los yerbateros, según el Instituto Nacional de la Yerba Mate. Incluso si se toma el valor de $3 por kilo de hoja verde puesta en secadero -que los yerbateros dicen que les están pagando-, la diferencia con el precio en góndola aumenta 19,5 veces. 


La intermediación argumenta que los precios bajos de la materia prima son por exceso de producción, pero los estudios de consultoras privadas echan por tierra tal justificación de los mayoristas, porque no existe sobreoferta en el mercado ni tampoco fluctuaciones por contingencias climáticas más allá de las habituales de temporada. Esto lo indica un relevamiento del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). 


La enorme diferencia surge de los formadores de precios que manejan cifras antojadizas en la futurología que hacen de la situación política y económica. Asocian valores al dólar y cuando esta moneda está quieta o baja, buscan otras variables como la presión fiscal, laboral, y demás costos internos. Pero solo apelando al sentido común se advierte que tamaña diferencia entre productor y público es irreal.