Una calurosa siesta, poco común en vacaciones de invierno, pero ideal para salir de casa; este fue el marco propicio para que, ayer, niños, adolescentes y jóvenes aterrizaran en masa al Cinemacenter local -donde este finde estaría instalada la segunda sala en 3D- para despedirse de Harry Potter. Y el adiós de la creación literaria de J. K. Rowling no defraudó a la Pottermanía sanjuanina: la segunda parte de Las reliquias de la muerte, es la última del joven mago, pero quizás la más bélica de todas sus pelis.
A lo largo de 14 años, 7 libros y 8 películas -ya que la obra final fue dividida en dos cintas-, la serie más taquillera del cine se despide con un espectáculo de efectos especiales, dramatismo lagrimógeno y romance tibio para el suspiro de las enamoradas de Daniel Radcliffe, el actor que dio vida al mago, acompañado por Emma Watson y Rupert Grint como Hermione y Ron.
Lánguidos y siempre al borde de una taquicardia de sustos, el trío se enfrenta a la batalla final con el perverso Lord Voldemort (a cargo de Ralph Fiennes), en una producción de 130 minutos definida por la crítica especializada como una de las mejores de la saga.
El film arranca justo donde finalizó el anterior (Las reliquias de la muerte 1): con Harry y sus dos compinches buscando los horrocruxes que al ser destruidos le quitarán la inmortalidad al ya que contienen partes de su alma.
Harry se sumerge en una peligrosa misión dispuesto, incluso, a dar la vida. Con la ayuda de un enano y una espada con poderes, consigue entrar en una oscura bóveda donde hallará uno de los tantos amuletos, pero este enano decide huir con la espada y Harry junto a sus dos amigos deberán liberar a un dragón albino para escapar del lugar en sus alas, una imagen aérea mágica.
Por su parte, Voldemort ha tomado el colegio Hogwart donde el niño de los anteojos redondos vuelve para rescatar una diadema con la que debilitará al enemigo.
La escena más espectacular, quizás, es el momento en que Voldemort decide atacar el castillo con su ejército de mortífagos, trolls y Dementores; pero se encuentra con la resistencia de los aliados de Potter, que deciden dar pelea.
Oscuros escenarios, fantásticas panorámicas y espectaculares batallas; monstruos gigantes, enormes soldados de piedra e inmensos dragones de fuego tiñen de fantasía la pantalla. En ese temible contexto, Harry, Hermione y Ron deben agudizar sus sentidos, volar en sus escobas de un castillo que se cae a pedacitos y adentrarse en arriesgados escapes.
En esta cruzada, los chicos tienen tiempo para el amor: Ron le da un efusivo beso a su amada niña maga y Ginny (hermana del pelirrojo personaje) le da un piquito a Harry para darle suerte. Claro que poco interés parece despertar en los fans, más atentos a la suerte del aprendiz de mago se topa con su destino: debe morir en manos de Voldemort para que el mal desaparezca, ya que él lleva la parte mala del amo de la oscuridad. Emotividad para sacar pañuelos.
Un tenebroso bosque es el escenario para que Potter se entregue al malvado sin nariz. Pero, una vez que cumple su cometido, Voldemort sigue con vida y va a la escuela de magia llevando su cuerpo como trofeo. Allí, la contienda tiene un round más. ¿Quién muere?, eso es sorpresita.
¿Un adelanto?; la historia tiene buen fin, con un salto a 19 años después y los hijos de varios de los protagonistas tomando el tren a Hogwart. Y colorín…colorado…

