FOTO Daniel Arias

Herenia en el Mercado Artesanal Tradicional, junto a una de sus creaciones que forma parte de la colección. 

"Es un honor verla tejer", le dijo una de las mujeres. "Es un sueño estar acá con usted", agregó luego otra. Ella, con la serenidad y sencillez que le imprimió la vida de campo -donde creció y vivió hasta el año pasado, cuando se mudó a una casita en El Encón- simplemente sonrió, pudorosa y agradecida. Mientras tanto sus manos, hipnóticas, no dejaban de nadar entre las coloridas lanas; simples ovillos a punto de transformarse en tesoros gracias a su magia. Lo mismo pensaba el resto de las artesanas de diferentes generaciones y departamentos que estaban allí, rodeándola, escuchando y mirando atentamente, sacando fotos y filmando. Es que saben muy bien quién es doña Herenia Moyano, la prolífica tejedora de 83 años a quien no todos los días se tiene la oportunidad y el placer de ver trabajar, de aprender cómo hace esas piezas perfectas, únicas, que le han valido reconocimientos tan importantes como la Copa Challenger de la Rural de Palermo (1998) y el Premio Unesco de Artesanía (2001), entre otros.


"Son una alegría" dice respecto de esos galardones, muy lejos de que los tintes se le suban a la cabeza y reconociendo que significaron una ayuda económica muy bienvenida luego de tantos años de esfuerzo en el medio del campo, donde las artesanías fueron solaz y sustento. "Es alegría porque es un reconocimiento al trabajo, eso es lo mejor, que uno siente que lo tuvo por el trabajo", marcó Herenia, que ayer brindó la primera capacitación en peleros o caronillas a doble faz en bastidor, en el Mercado Artesanal Tradicional Luisa Escudero, que dirige Miriam Atencio, donde DIARIO DE CUYO pudo entrevistarla y verla nuevamente en acción. 


Impecable con su camisa, su saquito oscuro y su carterita de lana de oveja bordada también hechos por ella, se dispuso al diálogo. Herenia Juana es una mujer cálida. Habla bajito, con las manos inquietas sobre el regazo, y sonríe dulcemente. Cada profundo surco de su blanca piel debe guardar tantas historias... pero la encantadora artesana no es mujer de verborragias ni declamaciones. Sí está contenta de que la hayan convocado a este encuentro y lo manifiesta. 


"Yo vivía tan alejada de todo en el puesto, y sola, que no podía hacer estas cosas. Allá cuidaba los animales, criaba las ovejas, en la temporada esquilaba y con esa lana hacía los trabajos... Ahora me he ido a un pueblito en El Encón y entonces puedo salir, porque tengo colectivo. Me gusta salir y en la casa también trabajo todo el día, tejo en bastidor y bordo", contó la creadora, muy querida en sus pagos, quien por problemas de columna tuvo que abandonar el telar y hace poco tuvo una intervención en sus párpados, pero jamás dejó de tejer. "Así vivo, pensando cómo se puede hacer tal cosa... Uno toma un tejido y se distrae, porque está pensando en eso. Es una alegría ponerse a trabajar... Yo sólo le pido a Dios y a la Virgen que me den vista y manos para seguir trabajando, eso es lo que pido", agregó quien de vez en cuando siente añoranzas por "aquella vida". 


"Lo que más extraño es adonde se vivía, tranquila, con la naturaleza... eso se extraña muy mucho", susurró la mujer que ocupaba las mañanas atendiendo a los animales y las tardes con las labores del tejido, incluso en las noches cuando, sin más que candiles, sus dedos hilaban de memoria. Eso sí, al mediodía y al atardecer Herenia recibía visitas muy especiales. Colgaba en los palos del telar unas latitas con algo adentro y en un abrir y cerrar de ojos se llenaba de benteveos. "Ellos comían conmigo, me acompañaban", sonrió con los ojitos brillantes Moyano, que jamás imaginó que las urdimbres y tramas de su día a día fueran a ponerla, alguna vez, en un lugar destacado.


"Nooo, nunca pensé eso, para mí era solamente el gusto de hilar y tejer", expresó con énfasis, sin que salgan de su boca cualidades propias que entonces otros resaltan, como la curiosidad por experimentar, la prolijidad absoluta, la excelencia. "Es suerte nomás -suelta una risa simpática-, es que me han bendecido Dios y la Virgen... Como ser el doble faz, que tiene tanto éxito, ya después practicando lo saqué en tres colores, porque era de dos nomás, eso ya es un invento mío", sonrió una vez más. 


Bajo el tibio sol de la mañana, en el verde jardín del Mercado Artesanal las talleristas la esperaban ansiosas. A su encuentro fue Herenia que, bastidor en mano, comenzó a responder preguntas. Todas se acercaron para escucharla y verla mejor. ¡Parecía tan fácil en sus hábiles manos! "Es concentrarse nomás", aconsejó. "Hay que tener mucha paciencia y el hilo que sea bien parejo, para que salga bien el trabajo", agregó. "Espere, Herenia, que usted hace esto hace 80 años y nosotras recién empezamos", le rogó una joven artesana, provocando la risa de todas. 


Ella estaba en su salsa. Generosa, tranquila, disfrutaba compartir ese saber ancestral que ella heredó de su madre, consolidado y enriquecido a lo largo de 70 años. Herenia Moyano valora el interés de estas mujeres porque a su vez teme que la tradición se diluya. 


"Si no se va a perder la técnica. De nosotros (en la familia) las que la sabemos somos yo y mi hermana Lidia (NdeR: dicen que también teje de forma excelente). Aprendimos de chicas porque en pleno campo, en el puesto, no se salía a ningún lado, así que para nosotras era el entusiasmo de hilar y tejer, nos gustaba. Hacíamos todo para tener ahí, como ser el jergón, el pelero para ensillado de los caballos... Ya después empecé a vender y ahora compran para adorno también, pero no todos los jóvenes se entusiasman", lamentó. Sin embargo, verse rodeada le hace sentir que habrá alguien que tome la posta: "A mí me da alegría ver que están al lado, que quieren aprender. Y el cariño de la gente, el aprecio que me dan, eso también", remató la respetada artesana, cuya presencia iluminó la jornada. 

Durante la mañana y la tarde de ayer, un grupo de hacedoras practicó junto a Moyano la técnica del doble faz en el bastidor.