Inesperada, la muerte sorprendió al Rey del Pop ayer, a los 50 años y a punto de volver a los escenarios. Sufrió un paro cardíaco en su casa.

Inoportuna, increíble, impactante. Bastó apenas unas horas para que ayer, la muerte terminara de un guadañazo con la vida de Michael Jackson, el eterno Rey del pop, quien -a punto de volver a los escenarios el mes próximo- fue víctima de un paro cardiorrespiratorio que no pudo superar. Según la prensa estadounidense, se encontraba en su casa de Los Angeles, donde tuvo un desmayo. Su entorno llamó de inmediato al servicio de emergencia. Llegó al Hospital de la Universidad de California (UCLA) en ambulancia, en coma profundo. Durante el viaje y en el nosocomio Se le realizaron todo tipo de procedimientos de reanimación, pero fue inútil.

Tras su llegada al centro médico, un equipo de policías y guardaespaldas bloqueó el acceso a fotógrafos y fans que ya se habían agolpado en los alrededores. Es que la trágica noticia, que impactó en todo el mundo, corrió como reguero de pólvora. En medio de un profundo hermetismo que no hizo más que alimentar desmentidas, dudas y rumores, el diario Los Angeles Times, las cadenas de TV NBC y Fox y el sitio de Internet TMZ, fueron los primeros en confirmaron la muerte, aunque el propio padre del artista, Joseph, dijo que su hijo estaba internado en grave estado.

La muerte de Jackson -que para las nuevas generaciones se compara con la de Lennon en los ’70- puso la tapa a la rutilante carrera del artista, que se convirtió en el más vendedor de la música pop y en un personaje con trono propio. Claro que a sus innegables dotes de cantante y bailarín supo agregar una personalidad polémica y excéntrica que incluyó permanentes cambios en su rostro, decoloración de su piel, mujeres, paternidad y demandas varias, incluso de pedofilia. Escándalos que lo mantuvieron en el tapete en tiempos de vacas flacas a nivel artístico.

Allá lejos había quedado el ingenuo e inquieto Michael Joseph Jackson, Jacko para sus queridos. Ese que nació en Indiana, en el seno de una familia numerosa, un 29 de agosto. Lo que sí estaba claro ya desde entonces era su madera de artista. Siendo pequeño, su padre lo integró como vocalista al grupo Jackson Five con sus hermanos Tito, Jackie, Jermaine y Marlon. La carrera solista se inició de la mano de un verdadero talento, el productor Quincy Jones, que armó para él el álbum Off the Wall, que obtuvo ventas millonarias y por el que ganó un Grammy. Pero el estallido llegaría de la mano de Thriller, en 1982, que lo transformó en una megaestrella del espectáculo a caballito de hitazos como el que le da título al álbum, Beat it y Billie Jean.

En el 87 salió al mercado la segunda pata de su éxito: Bad, cuyas ventas rondaron los 50 millones de discos, gracias a las canciones I Just Can’t Stop Loving You, Bad y Man In The Mirror. En 1991, publicó el tercer pilar fuerte de su historia: Dangeours, con el clásico Black & White.

Después de tocar el cielo, el nuevo siglo llegaría con sombras. En 2002 fue acusado de abusar sexualmente de dos niños, lo que lo llevó a Tribunales e incluso a prisión. Los juicios fueron demoledores para la carrera y la vida del cantante, que a partir de entonces deambuló por los estudios, sin terminar ningún disco y sólo editando compilaciones de viejos éxitos. Como si fuera poco, tras vivir un tiempo en Bahrein, volvió a Estados Unidos a afrontar problemas con el fisco que casi lo obligaron a vender su majestuoso rancho-parque-zoológico Neverland, en las fueras de Los Angeles. Faltando poco para terminar su propia década infame, el panorama empezaba a aclarar. A principios de este año aceptó una millonaria oferta para realizar la gira de regreso a los escenarios, que arrancaba en Londres y se vaticinaba colosal por los 50 shows programados, con entradas ya agotadas. Pero el destino, inevitable, no quiso que Jacko volviera a saborear las mieles del éxito.