FOTOS DANIEL ARIAS

"¿Quién quiere hilar?" pasó la posta la experimentada Clara Quiroga y un chico que ocupó el lugar a su lado puso en práctica lo que había observado atentamente. "Si voy muy lento, ¡perdón! Peor es nada" sonrió el joven estudiante sin sacar la vista del hilo que iba formando con sus dedos. "¿Hay que ir girándolo? ¡Es re difícil esto!", acotó una jovencita absorta en la misma tarea. A su alrededor, sus pares miraban con atención, sacaban fotos y grababan con sus celulares, al tiempo que Clara les iba dando algunos consejos. Fue una de las escenas que se vivió ayer en el Museo de Bellas Artes Franklin Rawson, que dirige Emanuel Díaz Ruiz; que a través del área Educación -con Natalia Quiroga- y en conjunto con el Mercado Artesanal Tradicional Luisa Escudero y el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo Mariano Gambier, propició el encuentro entre calificadas tejedoras y alumnos de la cátedra Textilería del departamento de Artes Visuales de la FFHA, que dictan Graciela Pérez y Valentina Fojo. Reunión que se concretó nada casualmente al ingreso de la muestra Arqueología del Sentir (Bienal Sur), que vincula arte, artesanía y arqueología e incluye obras de las artesanas que se dieron cita.

Tras un recorrido por la muestra y charlas de Gabriela Riveros (artista visual) y Lorena Re (Museo Gambier), se profundizó el cara a cara de los jóvenes con las artesanas, Clara, Mara Luna y María Eugenia Alba -acompañadas por la directora del Mercado Artesanal, Miriam Atencio- cuyo objetivo era la transmisión de saberes y técnicas de la textilería ancestral sanjuanina. El teñido de las lanas, el hilado y el trabajo en telar atraparon a los futuros artistas, que mostraron algo de lo que aprenden en la facultad (tramas, tintes, costura) y pudieron visualizar todo el proceso que conlleva una pieza. En ese camino, tuvieron la posibilidad de conocer a sus autoras y sobre todo "el honor" de recibir de ellas el saber hacer transmitido desde tiempos remotos. Y si en algo coincidieron todos, es que este tipo de vivencias no sólo les deja a las nuevas generaciones el secreto de una técnica o la semilla de una vocación; sino que sobre todo les enseña a valorar y a apreciar el trabajo y los conocimientos que una pieza encierra.

"Nosotros llevamos lo artesanal a lo académico sabiendo que cada una de las técnicas vistas lleva una vida; pero hay que destacar que no es común en el país que Textilería forme parte de la currícula de Artes Visuales, siendo que está muy en boga", dijo Pérez. "Nos importa mucho la materialidad y el saber hacer, el ABC para aprender a valorar y a no discriminar lo artesanal de otras técnicas como la pintura o la escultura. Antes hubo una división entre Bellas Artes y Artes Menores, pero eso en la contemporaneidad no existe más. A través de otros saberes también se puede comunicar y hacer arte", subrayó. "Por ahí algunos alumnos comienzan con el preconcepto de que es algo menor, pero sobre todo con este tipo de experiencias hay un descubrir que es muy importante. Al principio se sorprenden y luego se apropian de las técnicas textiles para la producción de arte", sumó Fojo. "Es muy bueno que puedan ver a la artesanía con otros ojos, que valoren, porque hay mucha historia encerrada en cada pieza", apuntó Alba, que definió a las tejedoras presentes, y a sus pares, como "puentes entre lo ancestral y lo contemporáneo". 

"Que ustedes lleven estas técnicas al arte textil, sea que las modernicen o sigan siendo las tradicionales significa que van a tener continuidad y eso va a contribuir a que no se pierdan", expresó Alba en el cierre del encuentro con los estudiantes, ungidos en noveles multiplicadores de un tesoro ancestral.