Decenas de miles de egipcios acudieron ayer a la plaza de Tahrir (en El Cairo) para desmantelar el campamento en el que muchos de ellos pernoctaban y limpiar este simbólico lugar que durante dos semanas se había convertido en su hogar.

La plaza ubicada en la capital egipcia fue la cita obligada de las multitudes que reclamaron la renuncia del presidente Hosni Mubarak, indignados por la pobreza, la corrupción, la represión y el autoritarismo de un régimen que duró 30 años.

"Perdón por las molestias. Construimos Egipto", se leía en un cartel que llevaban muchos de los voluntarios, que armados con guantes, escobas, bolsas y mascarillas limpiaban la plaza e incluso recolocaban los adoquines que días antes habían sido utilizados como proyectiles en los enfrentamientos con los partidarios del régimen.

Auténticos batallones de limpieza formados por voluntarios se afanaban en barrer las calles y retirar todo deshecho de este plaza, cuyo nombre significa Liberación y que ha sido el epicentro de la revolución que forzó la caída de Hosni Mubarak, que renunció el viernes pasado.

La joven diseñadora gráfica Nura al Gazar aseguró, mientras se ajustaba unos guantes de látex, que quieren "limpiar Tahrir

porque es un lugar simbólico" y así demostrar también que pueden "construir un futuro mejor" para Egipto. En opinión de Gazar, asidua a las manifestaciones que comenzaron el pasado 25 de enero, "en un día o dos como máximo la plaza estará

vacía". "Hemos conseguido lo que queríamos, no tiene sentido seguir aquí", agregó.

Este parecía ser el sentimiento general en la plaza, donde casi la mitad de las tiendas instaladas durante las dos últimas semanas ya habían sido desmontadas, al igual que los hospitales de campaña. Mientras los enfermeros recogían los medicamentos y los utensilios de primeros auxilios, cientos de personas acarreaban los cartones, plásticos y varas metálicas utilizados para levantar estos improvisados refugios revolucionarios.

"Nos estamos preparando para marcharnos. Sólo esperamos a ver qué dicen después de una reunión de opositores encabezada por (uno de los dirigentes del grupo islámico Hermanos Musulmanes) Mohamed Beltagui", aseguró junto a su tienda el profesor de matemáticas Ibrahim Abdel Maguid.

Tanto Maguid como muchos de los que llevan acampados en este lugar desde el pasado 28 de enero, tienen ya ganas de volver a sus casas, comer un plato caliente y ducharse. Parece que con la renuncia de Mubarak se acabaron las colas de

una hora para ir a los baños públicos instalados en un rincón de la plaza, pero lo que por ahora continúa son las ganas de celebrar la victoria conseguida por el pueblo.

Egipcios de todas las edades y estratos sociales se congregaron en Tahrir para cantar por grupos canciones revolucionarias y gritar consignas de ensalzamiento al pueblo egipcio.

Aunque se están retirando las tiendas todavía continúan signos de estas protestas, como partes de las barricadas levantadas para defenderse de los ataques de los partidarios de Mubarak y pancartas con fotografías de los "mártires" de esta revolución.

Los fallecidos están en la memoria de todos y por su sacrificio miran optimistas hacia el futuro con el objetivo, como dijo el joven Ahmed Husein, de construir "un país de ensueño que haga historia".