Buenos Aires.- Celebrará una misa a metros de la valla metálica que separa México de Estados Unidos, con fieles escuchándolo a ambos lados; pisará Estados arrasados por el narcotráfico, la extorsión, los secuestros y las desapariciones; alentará a los índigenas discriminados de Chiapas y a las masas del empobrecido suburbio de Ecatepec.
El Papa emprende hoy el doceavo viaje internacional de su pontificado con destino a México, el país de habla hispana con más católicos del mundo (100 millones) y donde proliferan esas periferias sociales que durante su pontificado quiso poner en el centro de la atención mundial. Sin ir más lejos, ayer murieron 52 presos en un motín en una cárcel de Monterrey.
Antes de aterrizar en el D.F., hará una escala en Cuba, donde mantendrá la primera reunión de la historia entre un papa y un patriarca ortodoxo ruso.
Luego de esta reunión, un logro diplomático desde hace años perseguido por el Vaticano, Francisco llegará a México para una maratón de cinco días considerada por algunos como un virtual ‘tour del horror’ del país. En una agenda que él mismo definió, pisará lugares infernales, nunca antes visitados por sus antecesores. San Juan Pablo II estuvo en México cinco veces(1979, 1990, 1993, 1999 y 2002) y Benedicto XVI, una (2012). El antecedente no es un dato menor: según las encuestas, el papa polaco es mucho más querido que el latinoamericano.
En viajes que hará en helicóptero o avión desde Ciudad de México (residirá en la nunciatura), irá a Ecatepec, Morelia y Ciudad Juárez, sitios dominados por diversos carteles, pero también por grupos de autodefensa, y castigados por la violencia, la pobreza, la corrupción, los asesinatos de periodistas y sacerdotes, la extorsión, los femicidios y la trata de personas. Abordará especialmente la cuestión indígena y de la pobreza -una constante en este país con una profunda brecha entre ricos y pobres, de más de 125 millones de habitantes- cuando vuele a la frontera sur, en el estado de Chiapas, donde no podrá obviar el tema de la migración de miles de centroamericanos que a través de México intentan llegar a Estados Unidos, la tierra prometida.
‘El salario mínimo en México equivale a una hora de trabajo en Estados Unidos’, dijo Mariano Palacios Alcocer, embajador de México ante la Santa Sede, que al hablar del fenómeno migratorio puntualizó que en los últimos años ‘son más los que regresan, deportados, que los que emigran’. En plena campaña electoral norteamericana, con el candidato multimillonario republicano Donald Trump cabalgando sobre un discurso xenófobo, lo que dirá el Papa allí y en Ciudad Juárez, frontera norte y última etapa de su tour, el miércoles próximo, tendrá un impacto que se espera que trascienda las fronteras. Pero también hay inmensa expectativa por lo que dirá el Papa puertas adentro. Desde hace días que se dice que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), está nervioso por una visita que pondrá a su país bajo los reflectores del planeta.
En México el Estado es acusado de connivencia con el narcotráfico. Hace unos días fue hallada muerta una periodista, Anabel Flores Salazar, en Veracruz (donde desde 2000 hasta hoy asesinaron a 16 cronistas), y sigue sin respuesta la desaparición, en septiembre de 2014, de los 43 estudiantes de Iguala.
Amnistía Internacional advirtió que el Papa encontrará en México una crisis ‘epidémica’ de desapariciones, torturas y asesinatos y una de las situaciones más graves en materia de derechos humanos en todo el continente. Aunque se especulaba sobre un encuentro privado con familiares de los 43 estudiantes de Iguala, el padre Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, hace unos días pareció descartarlo. ‘Ha habido muchísimos pedidos de encuentros con el Santo Padre y los diversos grupos de víctimas fueron invitados a asistir a la última misa del Papa, en Ciudad Juárez’, indicó. Aunque con el ex arzobispo de Buenos Aires, que también visitará un importante hospital pediátrico y una de las cárceles más peligrosas del país, nunca se sabe. Muchas veces, además de la agenda oficial hay otra, paralela.
Cuando sea recibido por Peña Nieto, Francisco se convertirá en el primer papa que pisa el Palacio Nacional, sede del poder civil y símbolo del Estado laico, en un fiel reflejo de un pasado lleno de tensiones. De hecho, el Vaticano estableció relaciones diplomáticas con México recién en 1992.
Francisco, que rendirá homenaje a la Virgen de Guadalupe, patrona de México y de toda América, sabe que llega a un tierra sufrida, con los mismos problemas de muchos otros países del continente, incluso el suyo. ‘Ustedes están viviendo su pedacito de guerra entre comillas, su pedacito de sufrimiento, de violencia, de tráfico organizado. Por supuesto que yo no quiero tapar nada de eso, al contrario’, dijo la semana pasada al pueblo mexicano.
Esta noche será recibido en Ciudad de México por una ‘valla de luz’ de 19 kilómetros: se espera una marea humana en la calle iluminando el paso del papamóvil con linternas y celulares. Una bienvenida que promete ser inolvidable.