Tras una década de devastación, sufrimiento humanitario y éxodo forzoso, el Gobierno del presidente Bashar al Assad ha ganado la parte más ardua de la guerra en Siria con apoyo de Rusia e Irán. Sin embargo, todavía hay algunos combates y extensos territorios siguen bajo control de grupos rebeldes y potencias extranjeras con intereses enfrentados. Y el desastre económico llegó para quedarse.

Los muertos se estiman en más de 500.000 y en 13 millones -más de la mitad de la población de Siria antes de la guerra- las personas que tuvieron que abandonar sus hogares huyendo de la violencia, de las cuales más de 6,2 millones son desplazados internos y 4,6 millones refugiados, sobre todo en Turquía, Líbano y Jordania.

La pandemia de coronavirus, además, amenaza con exacerbar las ya existentes y profundas crisis sanitaria y económica de Siria.

"El Gobierno sirio ha sido mantenido en su lugar, pero a un enorme costo en pérdidas de vidas y destrucción de escuelas, hospitales y de la economía", dijo a Télam la autora británica Diana Darke, especialista en cultura y política de Siria y Medio Oriente.

"Sólo controla un 60% del país y menos de la mitad de la población de Siria anterior a la guerra, así que esto difícilmente pueda llamarse "victoria", aunque lo presente así", agregó Darke.

La crisis empezó cuando el Gobierno se lanzó a reprimir marchas opositoras -la del 15 de marzo de 2011 en Damasco se toma como inicio del conflicto- en coincidencia con las protestas de la llamada Primavera Árabe en otros países de la región; pero rápidamente degeneró en un guerra cada vez más compleja y sangrienta.

El Ejército sirio, rebeldes sirios laicos e islamistas, el Estado Islámico (EI) y otras organizaciones yihadistas afiliadas o no a la red Al Qaeda, combatientes kurdos y milicias extranjeras, entre ellas el libanés y proiraní Hezbollah, son algunas de las fuerzas beligerantes involucradas en esta onerosa puja por el control del país.

Rusia, Turquía, Irán, Estados Unidos e Israel también han intervenido, dando a la guerra un carácter internacional con un importante impacto sobre el balance de poder en el volátil Medio Oriente que a su vez se proyecta sobre el orden geopolítico mundial.

En la actualidad, la única zona con combates de envergadura es la provincia de Idleb, en el Noroeste, que es fronteriza con Turquía y está dominada por Al Qaeda. Fuerzas sirias y rusas intentan recuperarla, pero su avance es lento y trabajoso.

El Gobierno árabe y laico de Al Assad -junto a sus aliados Rusia y Siria- controla las dos terceras partes del país, incluyendo las ciudades más grandes -Alepo, Damasco, Homs, Hama y Latakia-, casi todas las capitales de provincia y la vital costa del Mediterráneo.

Irán y la milicia libanesa Hezbollah concentran sus fuerzas en el Sur, cerca de la frontera israelí y de los feudos de Hezbollah en el fronterizo sur de Líbano.

Casi todo el Noreste, limítrofe con Irak y Turquía, está bajo control de kurdos y árabes -pero sobre todo kurdos- que han formado una autonomía de facto, llamada Rojava, de unos 50.000 kilómetros cuadrados, más o menos la superficie de la provincia de Jujuy.

Desde 2016, fuerzas militares turcas arrebataron a Rojava dos franjas de terreno a lo largo de la frontera con Turquía, en ofensivas que lanzaron aliadas con rebeldes sirios que ahora administran esos territorios, de unos 9.000 km cuadrados.

EEUU, finalmente, tiene una guarnición militar en el este sirio cerca de la triple frontera con Jordania e Irak, y controla el área que la circunda.

Dentro de este inestable status quo, cada gran actor tiene su meta, al menos a corto plazo, y las posiciones son tan encontradas que una salida diplomática y definitiva al conflicto que conforme a todos se prefigura muy complicada.

El costo humano de diez años de combates y crímenes de guerra en Siria es incalculable, pero la destrucción de la economía de un país que supo ser una potencia regional en Medio Oriente es más concreta: más del 70% de la población está endeudada y necesita ayuda para subsistir, el PBI se contrajo dos tercios y el costo de la reconstrucción se estima en más de 23 PBI.

A finales del año pasado, el Gobierno de Bashar al Assad presentó su presupuesto más bajo, con una caída del gasto real per cápita del 70% desde el inicio del conflicto y más de un 82% dedicado a gasto corriente, es decir, con casi nula posibilidad de invertir en la tan prometida y necesaria reconstrucción.

Según un análisis del Centro Sirio para la Investigación de Políticas, la porción de los ingresos del Estado que provenía de impuestos pasó de representar dos tercios antes de la guerra a solo un tercio en 2019, principalmente por el derrumbe del 90% de la producción petrolera en las zonas controladas por el Gobierno y del consumo y la actividad en general en el país. Ya hace dos años, la ONU estimaba que más del 80% de la población vivía en "la pobreza extrema".

En otras palabras, tras diez años de guerra y con una infraestructura productiva y de servicios en gran parte destruida, el Estado sirio puede haber ganado la guerra militar, pero perdió sin dudas la económica y ahora no tiene dinero para recuperarse.

Las heridas no cierran

Destino de los desplazados

De los 13 millones de desplazados, unos 6,7 millones son internos, mientras que unos 6,6 millones cruzaron la frontera, 5,5 millones de ellos a países vecinos, especialmente Turquía, que concentra la gran mayoría de refugiados sirios, seguida por Líbano, Jordania, Irak y Egipto.

Otro golpe por el Covid

La pandemia de Covid tiene un efecto devastador en Siria, pues halló al país sin capacidad de testeo masivo y con un sistema hospitalario en crisis, por lo que el Gobierno sólo reaccionó con una larga cuarentena primero y luego con apertura total, sin gradualidad o un plan de contención.

Casos, cifras y dudas

Formalmente, Siria sólo registró 14.906 casos de coronavirus y 981 muertos desde que comenzó la pandemia, pero organizaciones humanitarias sostienen que estas cifras bajas en comparación al resto del mundo, es porque hasta fines de febrero sólo se habían realizado 81.083 pruebas.

50 años de los Assad

Medio siglo después de que el presidente sirio, Hafez al Assad, fuera ratificado por un referéndum con el 99,2% de los votos, el 12 de marzo de 1971, tras tomar el poder meses antes, uno de sus cinco hijos, Bashar al Assad, controla hoy los destinos de este estratégico país de Medio Oriente.