Científicos chinos utilizaron por primera vez el método de clonación de la oveja Dolly para crear dos monos sanos. Desde el nacimiento de Dolly en 1996, los científicos han clonado una veintena de mamíferos de diversas especies , como perros, gatos, cerdos, vacas, caballos e incluso embriones humanos, pero esta es la primera vez que han logrado hacerlo con primates, el orden que incluye a los monos, los simios y el ser humano.

"Se ha superado la barrera de clonar una especie de primate", dijo Muming Poo, de la Academia de Ciencias China en Shangai. Él y sus colegas anunciaron su éxito con los macacos en un trabajo publicado el miércoles en la revista Cell. Se trata de dos hembras de siete y ocho semanas de edad llamadas Zhong Zhong y Hua Hua. "Ha sido un camino largo", dijo Shoukhrat Mitalipov, científico de la Facultad de Salud y Ciencias de Ohio, quien intentó infructuosamente producir monos y no participó de este trabajo.

"Finalmente lo lograron. Este logro significa que en principio también es posible clonar seres humanos”, dijo Poo. Sin embargo, añadió que su equipo no tiene esa intención.

Los científicos en general se oponen a la clonación de bebés humanos y Poo dijo que la sociedad lo prohibiría por razones éticas. El objetivo, dijo, es crear cantidades de monos genéticamente idénticos para usarlos en investigaciones médicas, en las que serían de gran valor porque son más parecidos a los seres humanos que los ratones o las ratas.

El proceso sigue siendo muy ineficiente -se necesitaron 127 óvulos para conseguir dos monos- y hasta ahora solo a partir de un feto de mono.

Los científicos no han logrado producir bebés sanos a partir de un mono adulto, aunque siguen intentándolo. El caso de Dolly tuvo repercusión mundial porque fue el primer mamífero clonado a partir de un animal adulto. El procedimiento debió superar dificultades técnicas.

En esencia, los científicos tomaron núcleos con ADN de óvulos de monos y los reemplazaron con ADN del feto. Estos huevos reconstituidos crecieron y se dividieron hasta convertirse en embriones, que entonces fueron implantados en hembras para su desarrollo hasta el nacimiento.

El caso Cambiaso, el jugador de polo que clonó a su caballo

Si no fuese por una decisión que tomó hace diez años, la última temporada de polo de Argentina habría tenido un sabor amargo para Adolfo Cambiaso, el número uno de la clasificación mundial y quizás el mejor polista de la historia. El jugador ya no contaba con su yegua preferida, La Cuartetera, retirada a causa de su edad. Y en un deporte en el que los animales tienen un papel que suele compararse al de los coches en la Fórmula 1, esa baja pudo haber sido un duro golpe. Pero a falta de la original, Cambiaso pudo jugar con seis de sus clones.

La Dolfina, su equipo en Argentina, no solo se hizo con dos de las tres copas de la Triple Corona. Además, una de las réplicas de La Cuartetera, la 06, ganó los dos premios que se otorgan a la mejor yegua del partido en una de las finales. Esa distinción y la destreza que mostraron todos los clones en la cancha confirmaron el éxito de lo que ya se considera la última revolución en la cría de caballos de polo. Una revolución que fue impulsada sobre todo por el propio Cambiaso.

“Todo arranca cuando se me muere el Aiken Cura en 2006 y yo guardo las células”, cuenta el polista

El Cura, como lo recuerda el polista, se fracturó durante una final y las complicaciones que siguieron hicieron que tuviera que ser sacrificado. Las células del destacado caballo habían estado almacenadas en un termo de nitrógeno líquido a 196 grados bajo cero durante unos tres años cuando el deportista conoció al empresario texano Alan Meeker, quien sería su primer socio en Crestview. Esa empresa que fundó junto a Meeker, un millonario aficionado al polo con negocios en el sector energético, ya ha visto nacer 70 clones en su laboratorio, ubicado en un campo a las afueras de la capital argentina. Hoy ha dejado de ser algo extravagante que un jugador pague unos 120.000 dólares para clonar a su mejor caballo. Los precios, explica el propio Cambiaso, van en descenso para un segundo, tercero o cuarto animal, hasta llegar a la oferta de un quinto clon sin cargo.

Pero lo que motivó al polista a crear la empresa de biotecnología no fue la expectativa de hacer un gran negocio, sino el sueño de seguir jugando con sus caballos preferidos una vez que murieran o se retiraran, según lo aseguran muchos de sus allegados.

“Lo hice para revivir a las mejores y disfrutar de que jueguen al polo, algo que mejoró mi efectividad”, afirma Cambiaso

Sus primeras “copias” de esos destacados caballos se hicieron en un laboratorio de Texas con el que Crestview estuvo asociado en sus inicios, antes de instalarse definitivamente en Argentina. El primer clon de polo hecho en Sudamérica nació en realidad en el laboratorio de Kheiron, la otra empresa importante dedicada a la clonación para el polo, también argentina. “Nosotros nos decidimos a crear una empresa cuando supimos el monto que se había pagado por un clon de Cambiaso”, cuenta Gabriel Vichera, uno de los fundadores de Kheiron.

800.000 dólares

En 2010, una de las réplicas de La Cuartetera, que entonces tenía tres años, fue vendida en una subasta por 800.000 dólares, un precio récord para un caballo de polo. El comprador era el empresario argentino Ernesto Gutiérrez, uno de los dueños de Aeropuertos Argentina 2000, compañía que tiene la concesión de más de 50 aeropuertos en varios países. Poco después de esa compra, Gutiérrez, un entusiasta del polo que ya era socio de Cambiaso en su marca de ropa La Dolfina, convenció a los fundadores de Crestview de que le permitieran participar en el negocio.

“Fue Gutiérrez el que les hizo ver que vender los clones era entregar lo más valioso que tenían”, cuenta el responsable comercial de Crestview, Mario Novillo.

La potrilla subastada regresó a la empresa y desde entonces la política del laboratorio cambió. “Se venden los hijos. Lo importante es tener varios clones de una yegua para poder ver más rápido los resultados de cruzarlas con distintos padrillos. Equivale a ampliar la fábrica, porque lo que hace es potenciar el método de la transferencia embrionaria”, afirma. Ese método, que comenzó a utilizarse a finales de los 80, permite servir a una buena yegua con un padrillo que también se cotice para luego extraerle el embrión e implantarlo en una madre sustituta.

Fue un hito para los criadores y polistas, ya que les permitía obtener crías de sus yeguas predilectas sin tener que sacarlas de juego una temporada para la gestación. Obtener descendencia de un caballo con prestigio que ha sido castrado o de uno que ha muerto son otras de las posibilidades que abrió la clonación.

Un polista que decidió aprovechar esas oportunidades es el argentino Lucas Monteverde, que ocupa el puesto 18 en la clasificación mundial. “Vi jugar a los clones de La Cuartetera en las prácticas y tomé conciencia de que podía funcionar”, afirma Monteverde desde Dubai, donde participa de la temporada de polo de Emiratos Árabes Unidos. “Tuve la suerte de tener una yegua diferente, que fue un crack, y la cloné”, cuenta el polista sobre la Tía Loca, un animal ya retirado del juego que primero fue de carreras y luego de polo. El deportista espera que la clonación le permita corregir el único defecto que veía en su yegua. “Es un poco nerviosa y creo que es por su paso por el hipódromo”, afirma. Su deseo es que los cinco clones que acaban de nacer en Crestview, al criarse en otro ambiente y hacerse de polo desde un principio, tengan un mejor temperamento que la Tía Loca original.

Pero no todas son ventajas. El gerente de la Asociación Argentina de Criadores de Caballos de Polo (AACCP), una de las entidades que premió al clon de Cambiaso, explica que una de las críticas a la clonación es que la técnica no mejora las líneas de sangre sino que replica una misma genética. Otros detractores aducen que el elevado coste de hacer réplicas de un gran caballo pone en desventaja a los deportistas con menos posibilidades económicas. Lo que no se discute es que la clonación hace de la cría un negocio menos riesgoso y con menos sorpresas. “En la cría lo que se compra es una promesa, en base a los resultados que se vieron en sus parientes”, explica Buchanon. El directivo de la AACCP afirma que la actividad es más un hobby que un negocio. “Nadie sale de pobre vendiendo caballos. Por cada uno que se vende bien, quedan cientos que no llegan a niveles de competencia”, asegura.