Los equipos de rescate recogían escombros con sus propias manos ayer en busca de supervivientes entre los escombros de las casas derrumbadas en las remotas aldeas de montaña de Marruecos, tras el terremoto más letal en décadas, que mató a más de 1.300 personas, dejó más de 1.800 heridos y a cientos de familias sin hogar.

La magnitud del daño generó una ola de solidaridad internacional con condolencias expresadas por el Papa y las autoridades de España, EEUU, Israel, Reino Unido y la Argentina, entre otros países, que además ofrecieron ayuda humanitaria

El sismo golpeó las montañas del Alto Atlas marroquí a última hora de la noche del viernes, dañando edificios históricos en Marrakech, la ciudad más cercana al epicentro, pero las zonas más afectadas se encontraban en las montañas de los alrededores.

El Ministerio del Interior informó que 1.305 personas habían muerto y otras 1.832 habían resultado heridas por el sismo, de magnitud 6,8 y epicentro a unos 72 km al suroeste de Marrakech, según el Servicio Geológico de EEUU.

En el pueblo de Amizmiz, cerca del epicentro, los equipos de rescate recogían escombros con sus propias manos. La mampostería caída llenaba las estrechas calles. En el exterior de un hospital, una decena de cadáveres yacían cubiertos con mantas y acompañados por sus familiares.

"Cuando sentí que la tierra temblaba bajo mis pies y la casa se inclinaba, corrí a sacar a mis hijos. Pero mis vecinos no pudieron", dijo Mohamed Azaw. "Desgraciadamente no se ha encontrado a nadie vivo de esa familia. Encontraron muertos al padre y al hijo, y siguen buscando a la madre y a la hija".

Había una larga cola ante la única tienda abierta mientras la gente buscaba provisiones. Para subrayar las dificultades a las que se enfrentan los equipos de rescate, las rocas caídas bloqueaban la carretera que une Amizmiz con un pueblo cercano. Unos 20 hombres, entre bomberos y soldados en uniforme de faena, estaban encima de las ruinas de una casa de Amizmiz intentando retirar los escombros; trozos de alfombra y muebles sobresalían de los huecos entre los suelos de hormigón.

En Marrakech, donde se han confirmado 13 muertes, los residentes pasaron la noche a la intemperie, temerosos de volver a casa, el minarete de una mezquita cayó en la plaza Jemaa al-Fna, el corazón del casco antiguo, que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad.

"Todo es por la voluntad de Dios, pero hemos sufrido grandes daños", dijo Miloud Skrout, un residente. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 300.000 personas se vieron afectadas en Marrakech y sus alrededores. Marruecos declaró tres días de luto nacional, durante los cuales la bandera nacional ondeará a media asta en todo el país, dijo la corte real ayer.