El Papa Francisco instó ayer a los líderes de la Iglesia Católica a no ceder al desaliento, la amargura o el pesimismo y encontrar todos los días la valentía de llevar el Evangelio a todos los rincones de la tierra.
‘No debemos caer en el pesimismo, en el desaliento, en esa amargura que el diablo pone ante nosotros cada día’, dijo Francisco a los cardenales congregados en la Capilla Sixtina.
El Papa se dirigió a los purpurados en italiano en un texto preparado, pero con frecuencia añadió comentarios improvisados, en lo que ya se ha convertido en un sello que contrasta con el estilo más rígido y formal de Benedicto XVI. El Papa Francisco sigue compartiendo sus comidas con otros prelados en la residencia del Vaticano, donde se alojaron durante el cónclave. El sólo se sienta en una mesa donde hay un lugar libre.
Otra diferencia notable con la naturaleza formal de Benedicto XVI es el sentido del humor del nuevo Papa. Ayer, Francisco abrazó a algunos cardenales, les dio palmadas en la espalda, rio animadamente y bendijo unos objetos religiosos que un cardenal sacó de una bolsa de plástico.
Francisco también detuvo a los cardenales que trataban de ponerse de rodillas ante él en la Capilla Sixtina. Pero su mensaje fue serio. Dijo que el papel de los ancianos en la Iglesia era transmitir la fe y los valores a los más jóvenes sin distraerse por las tentaciones mundanas. ‘La ancianidad es el lugar de la sabiduría‘, manifestó Francisco. ‘Como el buen vino, que se pone mejor con el tiempo, transmitamos a las personas jóvenes la sabiduría de la vida‘, añadió.

