Soldados estadounidenses de elite están tendidos exhaustos en canchas de tenis y junto a una piscina, mientras cincuenta mil personas abarrotan una cancha de golf de nueve hoyos de la capital de Haití.
Al mismo tiempo, helicópteros aterrizan cada media hora con cajones de agua y alimentos. El prestigioso Club Petionville, ubicado en la cima de un espacioso terreno con vista a Puerto Príncipe y al mar Caribe, probablemente se ha transformado en el mayor campo de refugiados en Haití tras el catastrófico terremoto ocurrido la semana pasada.
Haití es la nación más pobre del hemisferio occidental, pero la clase alta solía ir al elegante club a cenar y juntarse con diplomáticos extranjeros y empresarios. Actualmente el club alberga a comandantes de la División Aerotransportada número 82 del Ejército estadounidense.
Más allá de un cordón militar, la cancha de Golf está cubierta de carpas fabricadas con palos y sábanas por personas que llegaron en gran número a los terrenos del club, después de que el sismo derribó los muros que delimitaban el perímetro, al igual que sus viviendas. El club, nombrado en honor al ex presidente haitiano Alexandre Petion, no sufrió mayores daños, salvo algunos pilares quebrados.
"Los días son largos, pero es bueno ayudar", comentó el sargento Michael Watson, quien también trabajó en la respuesta del Ejército estadounidense ante la devastación que dejó a su paso el huracán Katrina en el 2005 en Nueva Orleans. "Katrina fue malo, pero esto es mucho más grande", comentó.
A diferencia de los caóticos escenarios en otros lugares, con refugiados luchando por agua y comida, una ordenada fila se organiza en el club. Cada refugiado recibe dos botellas de agua y una ración de comida lista para servir.
"Si se ponen rebeldes, simplemente nos sentamos", dijo el capitán John Hartsock. "Sólo ha ocurrido dos veces. Ellos entienden el mensaje (…). No queremos que todos se vuelvan locos, como el escenario en el "Black Hawk Down" de Somalia",
agregó en alusión a la película "La caída del Halcón Negro".
Hartsock, quien ha prestado servicio en Irak tres veces dijo que es más fácil entregar ayuda humanitaria en Haití porque hay menos probabilidades de un ataque. Muchos de los refugiados del club son trilingües y hablan creole, francés e inglés. Líderes refugiados apuntaron que muchas necesidades no han sido atendidas y que los bruscos cambios de temperatura en las noches causaron la muerte de varios niños.
"Necesitamos frazadas, necesitamos baños, necesitamos ayuda para los niños que perdieron a sus padres", dijo el organizador Michel Ovilus. "Y necesitamos casas. Estas personas no quieren pasar el resto de sus vidas en un campo de golf", agregó.

