Hace medio siglo, la realidad de la República Argentina era otra. Cincuenta años han pasado desde que Marcelo Guerrero, un pedalista guapo que se las ingeniaba para rodar al ritmo de los más fuertes, y embalar con la punta de velocidad de los más rápidos, consiguiera su victoria más importante. La que le permitió abrir la puerta y entrar en la historia grande como uno de los ganadores de la Doble Calingasta.

No había ganado una carrera cualquiera. Con 30 años, Guerrero, que al año siguiente sería campeón sanjuanino de resistencia (NR: en el último campeonato que se corrió de 100 kilómetros contrarreloj), se consagraba en la clásica de las clásicas, disputada en la denominada época dorada del ciclismo rutero de la provincia.

"Yo corría en equipo con Hugo Córdoba y su hermano... el que era un gran embalador y ganó muchas carreras (rememora hoy Guerrero, de 80 abriles) -Cacho Bustos, ayudó el cronista-; exacto el Cacho... ¡Qué corredor!", explicó Manuel, que en su tercera edad sigue pensando en positivo y tiene previsto iniciar dentro de poco un emprendimiento que le permita sumar para la economía familiar, dado que con su jubilación mínima no llega a fin de mes.

Fue un luchador, arriba y abajo de la bici, peleó por hacer una mutual para los ciclistas.

Está cumpliendo las Bodas de Oro de su triunfo y se acuerda de detalles como si la carrera hubiera sido ayer. "En la ida nos escapamos seis y ganó Cavallieri (Gerardo) y yo llegué con el mismo tiempo, no pude embalar porque se me pinchó el tubo unos kilómetros antes. En ese grupo llegó, también, Efraín Quiroga".

Aprovechó una escapada temprana en el regreso, que se inició antes de Pachaco y sacó rédito de la ventaja que tenía con respecto a sus acompañantes. "Veníamos dos sanjuaninos, Marcelo Chancay y yo, y dos de afuera, el tucumano Pittaro (Juan José) y Labatte (Raúl). De todos yo era el mejor ubicado, les había sacado cuatro minutos y me traían a los piques. Pasando la fábrica de Loma Negra, me quedé un poco para tirar a Marcelo, que venía sentido. Los veníamos alcanzando, y a la altura de la Calívar (Rastreador) me voltearon con un baldazo de agua. Rodé como diez metros, y entre que no podía acomodarme en la bicicleta y que me quedé solo porque Marcelo siguió hasta alcanzarlos, sufrí un montón", recuerda y sus ojos adquieren un brillo como si estuviera viviendo nuevamente el momento.

"Recién me vine a acomodar cuando pasaba la Paula (Albarracín de Sarmiento), no los veía y me desesperaba. La gente me empujaba y recién me volvió el alma al cuerpo cuando ingresé al velódromo y vi que estaban terminando, que Pittaro ganó el embalaje. A mí me quedaba dar la vuelta y media, pero sabía que con el tiempo que tenía me alcanzaba", rememoró Guerrero.

Los "tesoros" en color sepia

En su hogar de calle Catamarca, en Concepción, Manuel Guerrero guarda con mucho cariño las páginas de los diarios, Cuyo y Tribuna de la Tarde, que documentan su victoria en la clásica que se corrió entre el 30 y 31 de enero de 1971. DIARIO DE CUYO esbozó su triunfo en una página (era del tamaño sábana), y con una foto suya se anunciaba en primera plana su victoria. Tribuna de la Tarde, con más tiempo para desarrollar la noticia, le dio dos páginas (las que muestra orgulloso), pero el tamaño de sus páginas era notoriamente más chico que el del Cuyo, matutino.