¿Cómo es que La Tigresa Acuña defendió ayer su título supergallo del Consejo Mundial de Boxeo, no es que la mendocina Yesica Marcos ganó el viernes el título supergallo interino de la misma entidad? Fue la pregunta que se hicieron ayer en la redacción de DIARIO DE CUYO, varios de los periodistas que el viernes mientras esperaban la pelea del sanjuanino Mauricio Muñoz, se enteraban que Mendoza estaba a punto de consagrar una nueva campeona ecuménica. En realidad, Marcos se coronó campeona interina de la Asociación Mundial de Boxeo.

La pregunta es válida y si sorprende a hombres acostumbrados a leer permanentemente cuanta información llega a su mesa de trabajo, es de imaginar que tremenda confusión se traslada magnificada a la cabeza de los aficionados.

Así como usted leyó. Acuña, campeona mundial retuvo su cetro de la entidad mexicana que -de un tiempo a esta parte- ha perdido credibilidad gracias a la visión netamente comercial que han dado a su fiscalización. La Tigresa, a pesar de contar con el título "entero" por utilizar una palabra que grafique mejor la situación, comparte su reinado con la mexicana Jackie Nava, que se consagró campeona interina, por obra y gracia de una dirigencia que cobra una suma aproximada a los 7.000 dólares por derecho de pelea titular y encontró en ello una puerta abierta para captar a las televisoras cautivas que ofrecen a sus teleaudiencias peleas mundialistas, cada vez de menor calidad.

La realidad indica que en este negocio floreciente para las entidades que rigen el boxeo en el mundo, donde se reparten los títulos en porciones como si fueran pizzas, los que más pierden son los boxeadores. Se devaluó la jerarquía de la contienda, por lo tanto las bolsas que se pagan poco tienen que ver con las que recibían los grandes, y únicos, campeones que había antaño.