De cabeza, como le gustaba correr. Sin guardarse nada en una fuga que luego se convertiría en su victoria en la Doble Calingasta de 1949.

A Salvador Ortega la humildad y la pasión por el ciclismo le salía por los poros. Le daba vergüenza hablar de sí mismo. "Queda mal que yo lo diga, pero era completo. Embalaba como una bestia y era fuerte para conducir un tren en alguna fuga", explicaba mientras recuperaba su voz, convertida en un hilo cuando recordó a su madre en enero pasado al charlar con DIARIO DE CUYO. "A las 5 de la mañana la pobre Vieja se levantaba para hacerme un bife. Me iba a entrenar ("sí, salía de noche") y cuando regresaba a las 8 para abrir la bicicletería, me esperaba con otro bife jugoso. Yo en las prácticas llenaba los bolsillos de frutas", contó cuando se le consultó cómo se alimentaba.

Muchos son los recuerdos que acudieron a su lúcida memoria cuando hablaba de ciclismo. Se enorgulleció de haberle ganado el campeonato de medio fondo a la figura de la época, Hugo Blanco. "Cuando terminó la carrera su mujer le preguntó qué le había pasado y él le contestó "al Gringo este no hay cómo ganarle-". También reconoce la superioridad de José Fuentes en la velocidad: "Yo embalaba fuerte, pero él me ganó series de velocidad mirándome, ¡qué fuerte andaba!".

Junto a Fuentes dominó sin problemas dos ediciones de las "Dos horas a la Americana". Yo rodando sabía que no me largarían y para los embalajes lo dejaba a José, que le sacaba una bicicleta a cualquiera".

Le fastidia tener que utilizar una silla de ruedas, "mire cómo ando", su espíritu no se resignaba a no poder utilizar esas piernas que lo llenaron de gloria.