De película. Impresionante. Milagrosa. Cualquier descripción le quedará bien a una noche mágica e histórica en el Aldo Cantoni. Argentina remontó un resultado por demás complicado, se tomó revancha de la final anterior al derrotar por 4-2 a Portugal y se consagró campeón mundial de hockey sobre patines por sexta vez.

Como siempre ocurre en este deporte, hubo que sufrir y aguantar la tensión. Portugal arrancó mejor el partido y tan solo a 1:41 de juego, Henrique Magalhaes abrió el marcador para propinarle un baldazo de agua fría a la selección argentina y también a los miles de fanáticos que coparon el estadio del Parque de Mayo. Rápidamente el equipo local se sacudió del comienzo fallido y fue en busca del empate en un partido que fue creciendo en intensidad de juego.

Sin embargo, cuando Argentina estaba cerca de conseguir el objetivo aparecía la figura de Ángelo Girao para impedirlo y nuevamente Magalhaes entró en escena para golpear las ilusiones albicelestes. Cuando el reloj marcaba que faltaban 9:49 minutos para el final de la etapa, los lusitanos se pusieron 2-0 y los fantasmas sobrevolaron el Cantoni.

El tiempo siguió y, luego de varios intentos sin suerte, los dirigidos por José Luis Páez tuvieron su merecido premio al sacrificio porque Pablo Álvarez dio la vuelta por el arco del buen portero portugués y sacó un remate certero que se coló entre la red y les devolvió la confianza y las ganas de seguir luchando por el sueño mundialista.

El complemento tuvo un inicio similar, de ida y vuelta, con chances para los dos equipos, pero el que marcó fue Argentina. Carlos Nicolía apareció en un momento clave, sacó chapa de capitán e impuso su experiencia frente a un arquero que conoce muy bien para cambiar por gol un tiro directo.

El Cantoni explotó y siguió empujando a la Albiceleste hacia el arco rival en busca del gol del triunfo y el sueño se concretó. Nuevamente Pablo Álvarez se puso el traje de goleador, la virtud que tuvo en toda su carrera deportiva, y sentenció una historia que terminó siendo perfecta y con final feliz.

El epílogo tuvo al arquero Constantino Acevedo siendo fundamental con sus atajadas y a la experiencia de los jugadores más grandes de Argentina para bancar el resultado. El entrenador europeo Renato Garrido arriesgó todo en el final, lo sacó al arquero Girao e intentó llegar a la igualdad con cinco jugadores de campo pero al descuidar el arco una contra albiceleste fue letal. Ezequiel Mena le puso la frutilla del postre a una noche inolvidable en el templo del hockey mundial y le dio una alegría enorme a más de nueve mil almas que llenaron el Cantoni.

Después de 44 años Argentina dio una nueva vuelta olímpica en el Gigante del Parque de Mayo, cerrando así dos semanas perfectas con las consagraciones del Sub-19 masculino y los seniors de ambas ramas.

El partido completo

La alegría de los protagonistas

Pablo Álvarez: "Esto no me lo voy a borrar en la vida, es increíble las cosas muy bonitas que logramos como selección argentina. Es un orgullo para nosotros estar acá en San Juan en representación del hockey de los argentinos y ser campeones en el Cantoni".

Constantino Acevedo: "Todavía no caigo, no tomo conciencia, me cuesta entender esta situación, es un paso a paso el progreso del plantel. Nunca nos creímos nada y así terminamos, siendo unos justos vencedores".

Lucas Ordoñez: "Me saqué la espina que tenía clavada del 2011. Sin dudas que teníamos que dejar todo y lo logramos, por eso tenemos este merecido, que encima se disfruta el doble por estar frente a nuestra gente".

José Luis Páez: "Me he dado cuenta que tiene un valor agregado ser campeón del mundo como entrenador. Los técnicos somos pasantes, los jugadores quedan. Lo difícil que tiene un técnico es hacerles entender a los jugadores que lo que uno hace es lo mejor para ellos, aunque a ellos les cueste aceptar que un técnico sepa tanto, igual o más que ellos, o los que tienen en sus clubes. Ese respeto es el que les ha costado".