La muerte del expiloto austríaco Niki Lauda, tricampeón de la Fórmula 1, marca un hito en la historia del automovilismo. Será de una de las fechas más recordadas para el deporte, como aquella que muchos consideran su segunda fecha de nacimiento, en relación al día en el que sufrió el terrible accidente en Nürburgring, del que sobrevivió de forma milagrosa.

En agosto se cumplirán 43 años de aquel día que casi le cuesta la vida. Si no fuera por Harald Ertl, Guy Edwards y Arturo Merzario, quienes se la jugaron y lo rescataron de las llamas, el austríaco podría haber muerto en la pista y esa fecha se hubiese transformado en el recuerdo de otro piloto víctima de una tragedia en la peligrosísima década del 70.

En 1976, durante el Gran Premio de Alemania, sufrió graves quemaduras que le dejaron marcas de por vida. Pero la carrera profesional de Lauda no acabó en allí. En menos de un mes y medio volvió a correr y a 42 días de ese terrible accidente regresó a la grilla de largada de un Gran Premio.

En un principio la gente que se lo encontraba no podía sostenerle la mirada. No podían acostumbrarse a su nueva cara por las quemaduras sufridas. Pero eso a Lauda poco le importaba ya que su fuerte personalidad y determinación le permitieron seguir adelante. Incluso, se realizó una película sobre su vida y su lucha por el campeonato de 1976, cuando competía con el británico James Hunt.

Pero más allá del accidente que todo el mundo recuerda hay que contar qué fue lo que pasó con el gran piloto. Se convirtió en uno de los más grandes de la historia y hasta sumó dos campeonatos más a su extensa vitrina de logros. Para ese entonces Lauda era el campeón de 1975 y junto con su archirrival James Hunt eran las superestrellas de la Fórmula 1.

El segundo título llegó en 1977, también con una Ferrari, pero lo hizo en un clima muy tenso dentro de la fábrica porque estaba totalmente peleado con don Enzo. No le había perdonado que mientras estaba luchando por su vida en el hospital, el mandamás del equipo italiano había contratado a un piloto top, un tal Carlos Reutemann, para reemplazarlo. Ganó ese campeonato y pasó al equipo Brabham y tras dos años sin pena ni gloria decidió retirarse.

Pero en 1982 regresó por el convencimiento de Ron Dennis, que le indicó que su McLaren era un auto competitivo. Y otra vez lo hizo. En 1984 ganó su tercer y último título venciendo sólo por medio punto a su compañero de equipo, Alain Prost. Después del retiro se dedicó a su compañía aérea, que más tarde vendió. No se quedó de brazos cruzados y fundó una nueva con su nombre: NIKI.

Hasta el día de su muerte fue un hombre de consulta permanente en la Fórmula 1, tanto que fue asesor de Mercedes. Día a día enfrentó con dignidad las marcas que el fuego dejó en su rostro y quedará como un ejemplo de constancia y determinación en la historia del deporte.