Sin vencedores, ni vencidos. Absoluta justicia para pintar de cuerpo entero el superclásico que no vio ganador al necesitado River ni que tampoco estiró la racha triunfal de Boca. Fue empate. Merecido y sufrido en dosis exactas por dos equipos que necesitaban los tres puntos pero que no se animaron a terminar de buscarlos. Es que River tuvo su momento y su tiempo: la primera parte. Boca, reaccionó en la segunda y casi se lo lleva. En el debe, River tendrá en su balance esa falta de contundencia para haber sentenciado todo en los primeros 45′ de juego. Boca, se despertó tarde. Ninguno de los dos mereció más.
1- SORPRESA
El dibujo de Astrada empezó a complicar a Boca de entrada nomás porque la idea de asociar al trío Gallardo-Ortega-Buonanotte para generar los espacios por los costados con Domingo y Abelairas empezó a crear complicaciones defensivas en el rival. Ese acierto táctico se tradujo en llegadas porque Nico Domingo y Abelairas exigieron llegando por sorpresa. River tuvo todo, hasta ese penal que Abbondanzieri le sacó a Ortega y otra llegada de Abelairas. Metió su gol con el pie de Gallardo y ahí debió ir a liquidarlo. No supo cómo, no pudo y eso lo condicionó.
2- DESPERTADOR
Boca fue otro en el complemento. Mostró actitud, movilidad y juego asociado. Creció colectivamente y apoyado en sus individualidades inclinó la cancha en búsqueda del empate. Riquelme pudo asistir, Gaitán empezó a ganar en el mano a mano y pese a que los dos quedaron con 10, fue Boca el que se acomodó mejor desde lo táctico. Apareció Palermo y fue empate. Ahí, Basile pudo haber apostado a ganador pero prefirió guardar cartas y no metió un punta más. Esa falta de audacia puede señalarse como la gran deuda. Boca se despertó y lo pudo haber ganado.
3- A MEDIAS
El punto tranquiliza pero no sirve. River se estancó donde venía penando. Boca, se alejó de la punta. Un tiempo para cada uno resume en dos palabras lo que dejó un superclásico intenso pero ordinario. Ninguno supo cómo ganarlo. La justicia se dio en dos tiempos.
