Nació en el Barrio Cabot. El segundo de cinco hermanos, uno de los que extrañaba más que nadie las ausencias de su papá por ese laburo en Vialidad Nacional que se lo llevaba toda semana y se lo devolvía los sábados y domingo. Era poco, quedaba siempre gustito a más. Portero y arquero. Portero por muchos años de la escuela de su querido Cabot, su lugar en el mundo. Ahora, con traslado a la escuelita de la calle Tucumán, en Chimbas, pegada a la cancha de Peñarol. Es Duilio Costa. Aquel arquero que marcó una época en los 90 en el fútbol de San Juan, con un estilo distinto, sin guantes para atajar y demostrando que se puede desafiar las leyes de la física porque con 120 kilos, se suspendía en el aire y caía como una pluma. Hoy, la pelea de Duilio es contra la traicionera diabetes, una lucha que puso en pausa por un 2024 que se llevó a su hermano Carlos y a su mamá después.

Hace 36 años que es portero. Volvió hace poco después del alta tras la amputación del dedo meñique de su pie derecho. Antes, previo a la pandemia, Duilio habría sufrido la amputación de pulgar, indice y mayor del pie izquierdo. Golpes tremendos del que le costó levantarse, así como cuando se revolcaba para evitar un gol. Costa se puso otra vez de pie y hoy repasa todo lo que vivió, esperando estar en el recuerdo de todos los amigos que cosechó jugando a la pelota, que es lo que tanto ama.
Ese origen lejos del Cabot, es lo primero que Duilio repasa: ‘Empecé en inferiores de Colón Junior. Llegué hasta Quinta División pero no había caso me tiraba Arbol Verde. Decidí no jugar y Carlos Aguero, que era dirigente del Verdolaga, medio como que me hizo firmar definitivo para el club del Cabot. Le debo esa porque me abrió la puerta para mi gran amor. Debuté en el 89 con Salvador Spadano de técnico y fue contra Alianza. Desde ahí, no paré. Jugué en la A, en la B también. Pase todas con Arbol Verde hasta que en 2003 me retiré en un partido contra Trinidad que ganamos 4-2. Tuve un par de oportunidades de ir a San Martín, a Alianza y a Unión pero no se dieron. Me acuerdo que con el Fido Galván fuimos a San Martín y arreglamos todo pero cuando vinieron por mi pase, la dirigencia de Arbol Verde no quiso. El doctor Pedro Medina era el presidente y me habia conseguido este trabajo de portero así que poco podía reclamarle. Estuve cerca de Unión y ahí si que me habría gustado atajar por su hinchada, por lo que contagia. No se dio pero terminé haciendo mil amigos y eso, es lo que me llena’.

Atajó pelotas imposibles, ganó duelos tremendos, pero hay una salvada que Duilio recuerda como si fuera hoy: ‘La mejor para mi de toda mi carrera fue un tiro libre que le saqué del ángulo al gran Miguel Mesina, contra Unión en Rawson. Ese día me atajé todo y sentí en carne propia lo que presiona el hincha Azul porque me bañaron con orina parece cuando estaba acomodando la barrera. Me querían matar, jajja. Esa fue la mejor mía en una cancha’.
Tras aquel retiro, Duilio siguió ligado a Arbol Verde. Trató de trasmintir lo que vivió como preparador de arqueros. Luego, ya sin poder patear por su enfermedad, se fue relativizando su tarea pero hoy entrena a arqueros de inferiores de Peñarol y de San Martín en el parque de Chimbas: ‘Aprendí mirando. No habia trabajo especifico para el arquero en esos años pero viendo al Pispito Arroyo, al Cato Belli o Ale Murciano que son mis referentes en el puesto, sumé detalles pero a mi me encantaba esa sensación de estar suspendido en el aire por unos segundos. Ese era mi placer en la cancha’.
Otro de sus sellos fue jugar sin guantes, casi como un arquero del futsal de hoy. Pero lo más loco es que no fue una elección, fue al contrario una decisión forzosa y madura: ‘Eramos cinco hermanos, mi viejo era el sostén de todo y viendo que la plata no alcanzaba, yo vi que pedir unos guantes era dejar sin zapatillas a alguno de mis hermanos. Así que me la aguanté, le di sin guantes y ya me quedó esa costumbre’.

SU VIDA
Duilio es soltero fanático, como el mismo lo dice. Nunca se fue del Barrio Cabot y hoy recuperó la rutina de ir todos los dias de 15 a 21 a la escuela donde es portero. No tiene hijos pero sus pilares son sus sobrinitas Pía y Lourdes, ellas lo contienen, lo llenan de energía. El 2024 fue desolador para Duilio. En marzo, se fue Carlos, su hermano mayor. Se lo llevó la diabetes y ese golpe fue demoledor para la mamá, que nunca pudo superar esa pérdida y en diciembre también se fue. Hoy, Duilio es feliz con poco. Sencillo, incondicional. Disfruta de sus hermanos Fabián, Ivana y Miguel. Su trabajo lo llena, el fútbol lo apasiona. Cosechó muchos amigos y siempre se acuerda de todos. Un tipo sencillo que no dimensiona tal vez la época que marcó en el fútbol de San Juan: ese arquero sin guantes que podía volar sin alas.

