El Judo es un deporte de contacto en el que se intenta derribar al rival usando su fuerza. Usa lances y barridas de piernas para desestabilizar y tirar o inmovilizar con una llave y lograr la victoria. Al ser una disciplina donde es clave observar la postura del adversario, la visión juega un papel fundamental. Gerardo Mani, un analista de sistemas y programación sanjuanino, que desde que a los 12 años comenzó a sufrir las consecuencias de una retinosis pigmentaria, en base a pasión, disciplina y esfuerzo, con la ayuda indispensable de profesores y compañeros del Dojo del Colegio de Ciencias Económicas, que dirige Luis Meritello; el 14 de agosto, día en que cumplió 47 años, aprobó el examen y logró el cinturón negro.
“Estuve muy nervioso. Todo tenía que salir bien. El examen tiene dos partes, una en la que yo realizó los lances y arrojo a mi adversario, y otra en la que yo soy el arrojado y tengo que completar el ejercicio dando un giro y parándome. Tengo desde hace tiempo una molestia en el hombro izquierdo, y en ese momento no pensé en el dolor, completé la acción a fondo y luego de aprobar no podía contener mis lágrimas”, cuenta este muchacho al que la edad lo limita para soñar con ir a algún torneo Paralímpicos (“Debería competir con judocas de 25 años, y daría muchas ventajas físicas”), pero lo seduce la idea de enseñar todo lo aprendido.
“De chico, cuando tenía algo de visión, jugué al fútbol. No seguí porque cambian mucho las reglas. Antes había hecho karate, pero tampoco me atrapó porque repetíamos siempre los mismos ejercicios”, explicó, para luego acordarse que alguna vez anduvo en bicicletas tándem y disfrutó la experiencia.
Hijo único del matrimonio compuesto por Juan Gregorio y Sara Hilda, ya fallecidos; Gerardo es papá de Zaira (15 años) y de Chiara (1 año y 9 meses), esta última hija la tuvo con su actual pareja Analía Chávez; el flamante cinturón negro, cuenta que en el año 1991, cuando tenía 13 años, su padre vendió una casa que heredó de su familia y afrontó los gastos de una operación en Cuba. “Volvimos en el ’92 para un control. Ese tratamiento permitió retrasar el avance de la enfermedad. De hecho, hoy conservo muy poca visión”, contó.
“Me gusta la tecnología a morir, soy un fan de Apple por la accesibilidad que tiene. Cualquier teléfono, sea Apple o Android, tiene lectores de pantalla. En Android es más abierto y se pueden cargar otros lectores. En iPhone no, es el único que trae, pero es super accesible y se puede hasta editar videos. Me encanta editar videos”, explica con la autoridad que le da el conocer del tema.
“¿Si hay algún ejercicio que me costó mucho? Sí, el rol hacía adelante”, afirmó para luego explicar la manera en que se da cuenta de los movimientos de sus compañeros de entrenamiento y ejecutar los ejercicios de lucha. “El Judo cambió su reglamento y ahora las luchas se inician tomando de la solapa y la manga al adversario. Al tener varios años de ceguera, detecto el más mínimo movimiento y se sobre que pierna está apoyado. Los profesores Meritello (Luis) o Mercado (Jorge) nos hicieron practicar ejercicios de retroceder y barrer, y logré ir de una punta a la otra del Tatami saltando en el aire y tocando a mi compañero, sin fallar”.
Entre Gerardo y el Judo se dio un idilio, a primera sensación. El deportista encontró en el Dojo a compañeros de fierro como Gustavo Giménez, ya cinturón negro que lo alentó a empezar y Jeremías Asunto que estuvo atento a todo el proceso y fue quien lo ayudó en el examen. Él solo tuvo que poner el corazón para aprender y aprehender todo ese caudal de capacitación y afecto en el deporte que abrazó con toda su pasión.



