Con zapatos, de tapones desgastados o rotos de tanto cuero y potrero. O de zapatillas y ropa humilde, pero con las ganas intactas. De a uno o de a grupos pequeños, hasta hacerse decenas. Empezaron a asomar sus caritas impacientes a media mañana por la casa de Eduardo Peralta en la Villa del Milagro, en Chimbas. Así lo hacían de lunes a viernes después del colegio, por las tardes, y los domingos por la mañana, cuando se trenzaban en más de un picado o rivalizaban con chicos de otras barriadas. Pero ayer no hubo juego ni diversión y toda la villa sintió la amargura de una pérdida grande: Eduardo había muerto. Eduardo, ese que unos 15 años atrás creó la escuelita de fútbol ‘Todo por los Chicos’, con una subdivisión especial, ‘Las Cachorras’. Ese que con el apoyo de su ‘ayudante de campo’ Rodolfo Ranno, hasta consiguió una copa de leche para los niños, los martes y los jueves.
Falleció en el Hospital Guillermo Rawson alrededor de las 7,30 de ayer luego de un accidente ocurrido en Rawson minutos después de las 4,30, dijeron fuentes policiales. A esa hora, transitaba en su moto Guerrero 110cc. rumbo al Sur por Mendoza y justo en el cruce con José Dolores, algo lo hizo perder el control de su rodado (investigan una falla humana) y estrellarse contra una columna del tendido eléctrico en el bulevar, precisaron las fuentes.
Eduardo Horacio Peralta tenía 39 años, era empleado minero y el principal sostén de su familia, compuesta por su señora, María Rosa Bustos y sus siete hijos; dos varones, los mayores, y cinco niñas, varias de las cuales eran jugadoras de ‘Las Cachorras’.
El fútbol era una pasión para Eduardo, un hombre que alguna vez supo conseguir algún título con su club, ‘Chaparro’, en la liguilla de Santa Lucía. Hasta que sufrió un accidente laboral y las secuelas de ese siniestro le afectaron una pierna y obligaron a sus empleadores a trasladarlo a una sede de Albardón. Ese accidente le dio más tiempo para las prácticas de fútbol con los niños todas las tardes y los fines de semana. En todas las categorías, unos 60 chicos se divertían en la escuelita, contó Ranno. Por eso la amargura.
Antes de partir a su fatal destino, Eduardo estuvo en su casa con el mayor de sus hijos y los amigos del jovencito, hasta que salió en moto a Rawson a visitar a un compañero de trabajo que cumplía años, comentó ayer su mujer, quebrada, igual que todos en su familia, que ayer parecía haberse agrandado entre decenas de chicos y vecinos incrédulos y envueltos en lamento por el trágico fin de ese hombre tan querido por los niños.

