"Jamás he hecho lo que se me acusa", dijo ayer un jubilado de 67 años ante el juez Martín Heredia Zaldo (Sala I, Cámara Penal), la fiscal Marcela Torres y el defensor oficial Marcelo Salinas. Pero en una declaración previa, durante la investigación, había dado a entender lo contrario: "Eso es de vieja data, eso ha caducado... no hay pruebas, no hay rastros". Lo que ese hombre con fama de curandero intenta negar son los graves delitos que le imputan contra su hijastra y su propia hija.

La hijastra comentó que a ella la manoseó entre los 8 y los 11 años. Y que entre los 11 y los 13 la violó, hasta que su madre decidió mandarla a vivir con su abuela.

Su propia hija dijo que a ella la manoseó a los 6 años una vez que estaba borracho y la montó en sus faldas. Y que la violó una vez a los 12 o 13 años, pero que desde entonces la manoseó hasta antes de cumplir 15 años.

Fueron las graves secuelas psicológicas de esos ataques sexuales sufridos por esta última joven, las que pusieron al descubierto las maniobras del jubilado. Según el expediente, no podía tener relaciones con su esposo y cuando requirió tratamiento psicológico, surgió la necesidad de denunciar a su padre. Así lo concretó el 20 de julio de 2020 y desde entonces, las cosas se complicaron para su papá, pues ayer la fiscal le imputó (además de las violaciones) los abusos sexuales gravemente ultrajantes contra ambas mujeres.