Las nenas ni se daban cuenta de lo que pasaba, pero el inofensivo espiral que dejaron encendido para espantar los mosquitos había agarrado una cortina. Ellas dormían. Fue al rato, que la mayor de las chicas sintió el calor en sus piernas y despertó en medio de una pesadilla. Las llamas ya cubrían el placard, y el humo empezaba a inundar cada espacio de la casa. Era la madrugada de ayer cuando el fuego hizo saltar de la cama a una familia en su departamento del segundo piso. Fue dramático, aseguraron, porque las dos nenas escaparon de su dormitorio en llamas, mientras que su hermano y su madre también huyeron al no poder frenar el incendio que destruyó muebles, artefactos y gran parte de esa vivienda ubicada en el monoblock 2, en el Área II del Bº Aramburu, Rivadavia.

El susto más grande fue para Antonella, de 15 años, y su hermana Sasha, de 12, que dormían en ese dormitorio donde comenzó el fuego ayer pasadas las 2.30 de la madrugada. Andrea Femía, su mamá, contó que habían prendido un espiral al costado de las camas y cerca de la cortina del placard. Al parecer, el viento movió esa tela y tomó contacto con la pequeña braza del espiral, originando el fuego que se propagó por las prendas de vestir.

Fue Antonella quien comenzó a percibir el calor y, al abrir sus ojos, vio las llamas en el placard y el humo. "Empezó a gritar: fuego. Fuego. Yo me levanté asustada, y ya estaba todo lleno de humo", relató Andrea, que corrió hacia el dormitorio de sus hijas. Las llamas estaban cerca de la puerta. Para entonces, Sasha -la menor de sus hijas- se puso de pie y "de un salto salió de la pieza". En cambio, "Antonella estaba como paralizada a un costado. No me pregunten cómo, pero metí la mano y ella me agarró, y así pudo salir. Fue como un milagro. Menos mal que mis hijas reaccionaron y se despertaron, o el humo nos iba a adormecer y ahí capaz que moríamos", contó la mujer. Franco (14), su otro hijo, que descansaba en otro dormitorio y que también se despertó, arrojó unos baldazos de agua, pero "más se prendía... Todo fue en segundos. No podíamos apagar el fuego y por eso decidimos dejar todo. Para colmo, la cerradura de la puerta de rejas se trabó, pero al final la abrimos", agregó.

Diego Zabatarelli, su marido, no estaba. Había ido a cuidar la casa de su abuela, contó. Cuando llegó, encontró a su mujer y a sus hijas envueltas en una crisis de nervios y en la calle, mientras los vecinos y los bomberos trabajaban para apagar el siniestro. El fuego hizo estrago. Destruyó por completo el cuarto de las niñas, incluyendo toda su ropa y hasta los útiles de la escuela. Las llamas llegaron al dormitorio matrimonial, quemando parte de la cama de dos plazas. El humo dejó teñidas de negro las paredes y muebles de toda la casa, y la alta temperatura hizo lo suyo doblando los marcos de metal de las puertas, haciendo caer el revoque, y derritiendo un televisor, un aire acondicionado, un ventilador y otros artefactos.