‘Como no me muero, ya estoy cansada de la vida que llevo con esta güevada’, decía María Orellano cada vez que reponía de sus cotidianas tembladeras, invariablemente acompañadas de debilidad y parálisis en los músculos. Medicación mediante, María podía con ese Parkinson que la afectaba desde hace como 20 años. Y era en esos momentos que su vida parecía tornar a la normalidad. Entonces le daba de comer a las gallinas, lavaba su ropa e intentaba otros quehaceres domésticos.


Como ayer cerca de las 11,30, que salió a darle una vuelta a los animales y fue a parar al desagüe que pasa pegado a la casa donde vivió siempre en La Puntilla, en Caucete, con tan poca fortuna que resbaló, cayó al agua y no pudo salir. ‘¡María!’ alcanzó a gritarle a su nuera, que no la perdía de vista y la cuidaba tanto como a su pequeño hijo. Antes de verla en el agua, María Saavedra le llamó a su esposo Héctor para contarle lo que había pasado con su mamá. Y enseguida se metió al desagüe a intentar rescatar a su suegra.


Enterrada casi hasta la cintura, no pudo, ni con el peso de la anciana y tampoco con el barro que parecía aprisionarla en cada movimiento. Héctor y un sobrino suyo que también vive en esa casa humilde situada en San Isidro entre Lavalle y Divisoria, abandonaron su trabajo y llegaron instantes después y pudieron sacar a ambas mujeres. Pero entonces la situación de la anciana era complicada. Vomitó algo de agua pero seguía morada, contó Saavedra.


Y a pesar de que en el acto la llevaron al hospital de Caucete, la suerte de su suegra estaba echada. Murió alrededor de las 12,30 de ayer, dijo.
María Orellano iba a cumplir 80 años en agosto y su pérdida dejó muy dolidos a todos los que compartían sus días de mujer. ‘Fue un momento muy doloroso para mi’, dijo su nuera.

Quise sacarla pero no pude por el peso de ella y porque me enterraba en el barro


María Saavedra - Nuera de la víctima