Familias enteras trasladándose de la casa de un familiar a la de otro, buscando alguno que tuviera electricidad. Estaciones de servicio abarrotadas por la gente que buscaba comprar hielo para conservar el frío de los alimentos en una hielera. Cenas a oscuras, y gente malhumorada por el calor infernal y porque perdió todos los alimentos tras los cortes de electricidad. Éstas fueron algunas de las postales que se vivieron en los hogares de los sanjuaninos el lunes pasado por la noche, tras un día agobiante y un Zonda que sopló a más de 90 km/h.
“A las 23 decidimos irnos de la casa de mis suegros a la casa de otro familiar que vive sobre calle La Laja porque no teníamos electricidad”, contó el albardonero Adrián Muñoz. Es que tantos inconvenientes le trajo aparejado la falta de electricidad por más de 12 horas (desde el mediodía hasta las 1 de la mañana) que además de sufrir el calor sin tener la posibilidad de encender ventiladores o el aire acondicionado, debió hacer un bolsito con una muda de ropa para poder bañarse en la casa de un familiar ya que en su casa ni siquiera tenía agua.
Para la familia García, la jornada del lunes no fue mejor. Es que esta gente tuvo que gastar más de lo que tenía previsto para la cena de Nochebuena. “Tuvimos que salir a las 20 a comprar bolsas de hielo para poder conservar la comida en hieleras para no perder lo que ya habíamos hecho. Es que a nosotros se nos cortó la luz al mediodía y nunca más volvió”, contó Javier García, del departamento de Rawson.
Pero hubo muchas otras familias que no pudieron conservar la comida preparada y tuvieron que tirarla y salir comprar otro menú para celebrar. “Con mi familia nos fuimos a la pileta y cuando volvimos a las 19, nos encontramos con que no teníamos electricidad hacía muchas horas. Nos fijamos cómo estaba el vitel thoné y los alimentos que tenían mayonesa y decidimos tirar todo porque no queríamos arriesgarnos a comer algo en mal estado. Por esto es que tuve que salir a comprar pollo en el primer lugar que encontré abierto”, dijo Jorge Castro, que vive en Capital.
Otros tantos tuvieron que cambiar el lugar de la celebración porque habían organizado la cena al aire libre y el viento les arruinó el festejo. “A eso de las 22, cuando el viento no cesaba, decidimos ir a la casa de mi cuñada que tiene una galería cerrada”, contó Laura Pérez, de Rivadavia.

