Están a más de 100 kilómetros de la Ciudad de San Juan, viven en un pueblo que tiene pocos servicios y accesos. Y, a pesar de que el hecho de estar lejos y casi aislados parece ser un beneficio en el contexto de la pandemia, la están pasando muy mal. Los vecinos de Bermejo (Caucete), donde está la iglesia de San Expedito, sufren la falta constante de agua y dicen que hay momentos en los que no tienen ni para comer, porque están sin trabajar desde hace meses. Es que la mayoría tiene empleo en los puestos de ventas de artesanías que hay en el paraje o venden pan, semitas, patay y yuyos a los turistas; cosa que aún no están autorizados a hacer.

En los alrededores de la iglesia de San Expedito la desolación impresiona. La imagen del patrono de las causas urgentes está detrás de unas rejas cerradas con candado y en los puestos hasta los techos se están rompiendo, por la falta de actividad. Esta postal muestra en segundos lo que viven los vecinos. Es que este pueblo sobrevive gracias a la cantidad de personas que a diario llegan a venerar al santo. Dijeron que la feria que tiene la iglesia cuenta con 65 puestos, es decir, que esa cantidad de familias vive de eso. "Sumado a eso hay otros que venden pan que amasan en sus casas y hasta están los que cuidan autos y eso por el coronavirus no lo podemos hacer hace 9 meses", explicó Emilce Ferreyra, otra vecina.

Como si la falta de trabajo y por consecuencia de ingresos fuera poco problema, la gente de la zona reclama porque no tienen agua. Dicen que hace 2 a 3 meses que vienen sufriendo este problema y que por eso no pueden regar sus plantas, huertas y mucho menos darles de beber a los animales. "El agua que llega por la canilla no es potable y si bien la Municipalidad nos trae, es poca, por la alta temperatura", dijo Jonathan Aguirre, uno de los vecinos que además de reclamar encabezó una de las manifestaciones que hicieron para cortar la ruta y ser escuchados. Al igual que él, Cristina Aguirre, otra persona del pueblo, dijo que nunca habían sufrido la falta de agua y trabajo como ahora. "Yo desde que tengo uso de razón desde Caucete nos traían cada dos o tres días agua para beber. Ahora sentimos que nos han abandonado", dijo y otros vecinos comentaron que el agua que llega (sólo en ocasiones) a las casas es de una vertiente de Nikizanga, que es usada habitualmente como piletones de recreación. Además de estos problemas, otros vecinos comentaron que viven a diario muchos conflictos relacionados a la salud. "Tenemos una salita y atiende un día a la semana con suerte", cerró Micaela Díaz otra vecina de la zona.