Nunca nadie encontró su invento, dicen que pidió que lo enterraran con él. La "máquina para hacer llover" era una caja de madera con antenas, perillas y cables, invención de un ingeniero entrerriano que se llamaba Juan Baigorrí Velar. Era considerado el Mago de la Lluvia y la historia lo tiene entre esos personajes sin medias tintas, para unos fue un genio, para otros un simple embustero. Está vinculado a San Juan porque en enero de 1952, hace exactamente 70 años, las crónicas y los textos dicen que Baigorrí Velar llegó a la provincia por pedido del gobierno de Perón y con una misión: ponerle fin a una sequía en Caucete. Y acá, según los relatos, hizo llover durante tres días. Esta efemérides surge justo en otro momento de crisis hídrica que atraviesa la provincia.

Baigorrí, que para entonces ya había tenido episodios que lo elevaron a la categoría de personalidad destacada, a fines de 1951 fue convocado por Raúl Mendé, quien estaba a cargo del Ministerio de Asuntos Técnicos de la Nación. Lo nombró asesor y su primer trabajo fue en Caucete, donde no llovía desde hacía 8 años. Era enero de 1952 y las biografías de su vida refieren que acá provocó tres lluvias, la última de 31 milímetros.

"Tuve que trabajar con suma cautela. Mis aparatos constan de dos circuitos: el A provoca tornados y ciclones; el B, lluvia intermitente. Al llegar a Caucete la sorpresa fue muy grande: la iglesia y el hotel Derby estaban apuntalados. Todavía conservaba la ciudad tristes muestras del terremoto de 1944. Trabajé con circuito B, pero lo más importante es que esa temporada por primera vez el viento Zonda no sopló", expresó Baigorrí Velar, según el extracto de uno de los libros que hay sobre su vida.

Hace un tiempo, en tanto, el periodista caucetero Nesín Elías recordó que efectivamente Caucete atravesaba una prolongada crisis hídrica, pero ni él ni otros vecinos pueden acreditar aquella visita en 1952. Y ese es precisamente un aspecto característico en la existencia de Baigorrí Velar, que no todo lo que hizo o dijo puede comprobarse.

Unos creen que fue un farsante; otros, que fue un adelantado en la geoingeniería.

No obstante, fue una figura de popularidad nacional y tanto su invento como sus desafíos llegaron a ocupar páginas enteras de diarios y revistas.

Según un relato que le hizo al diario Crítica, inventó de manera fortuita su máquina de hacer llover. Mientras trabajaba en Bolivia buscando minerales, utilizaba un aparato que había creado y notó que cada vez que lo hacía funcionar se producían lluvias. Consideró que esas precipitaciones podían ser originadas por la congestión electromagnética que la irradiación de su máquina producía en la atmósfera, por lo que siguió perfeccionándolo con metales radioactivos y sustancias químicas.

Su primera lluvia, según sus biógrafos, fue en Santiago del Estero y al regresar a Buenos Aires su historia ganó las tapas de diarios. Eso le valió una promocionada pelea con el director de Meteorología (ver aparte), a la vez que aseguran que hasta de Estados Unidos quisieron comprarle su máquina. "Soy argentino y quiero que mi invento beneficie a mi país", se negó Baigorrí.

En 1951 fue convocado por Mendé y además de Caucete, provocó lluvias en Córdoba y La Pampa. Sin embargo, el apoyo oficial luego cesó y Baigorrí lo atribuyó a que querían que revelara los secretos de su invención. Entonces, decepcionado, archivó su máquina.

El ostracismo se volvió parte de su vida y murió solo y pobre en 1972. Su obituario dice que hubo pocas personas en el cortejo fúnebre y que aquel 24 de marzo, cosa del destino, llovió.

Una lluvia de regalo

"Lo que hace Baigorrí es un atentado contra la ciencia", dijo en un diario Alfredo Galmarini, quien era director del Servicio Meteorológico Nacional. Y Baigorrí salió a contestarle en el diario Crítica, en un desafío que al final terminó agrandando la figura del Mago de la Lluvia.

"Como respuesta a las censuras a mi procedimiento, regalo lluvia a Buenos Aires el 3 de enero de 1939". Y, provocador, le envió a Galmarini un paraguas.

Los vecinos se agolparon en la casa del ingeniero para pedirle que no hiciera llover para las fiestas de Fin de Año, pero él siguió trabajando en el altillo de su casa. Los días pasaron y la madrugada del 3 de enero el cielo se vino abajo. Fueron 50 milímetros, además de viento y rayos.

El vespertino Crítica tituló en tapa: "Como lo pronosticó Baigorrí, hoy llovió". Y luego una muchedumbre acudió a su casa en el barrio bonaerense de Villa Luro cantando: "Que llueva, que llueva/ Baigorrí está en la cueva/ enchufa el aparato/ y llueve a cada rato".