La quinceañera de pantalón chupín y zapatillas John Foos hizo varias piruetas en pocos segundos. Su compañero le tomó la mano y la hizo dar vueltas. Mientras tanto, ambos tarareaban la canción que sonaba de fondo. La habían escuchado un millón de veces. La pareja empezó a calentar el cuerpo temprano, pero se guardaron lo mejor para la frutilla del postre. Cuando La Pepa (vocalista de La Barra) apareció en el escenario sin previo aviso, la chica gritó con el alma. Al muchacho se le saltaron los ojos. De ahí en más, durante unas dos horas, no pararon de bailar. Aún cuando el conjunto cuartetero cordobés, La Barra, sólo hizo un prolijo despliegue de repertorio, sin demasiada onda. Fue el número central de la Fiesta Nacional del Sol, donde lo que sobró fue el entusiasmo de la gente.

Un escenario imponente. Más espacio que en los años anteriores. Pantallas gigantes colocadas en la mitad del playón para que los últimos no se perdieran detalle del espectáculo. Todo estuvo perfectamente dispuesto para pasarla bien. Y fue con ese ánimo que la gente empezó a instalarse en el lugar para ver el espectáculo. La Costa, Omega, Ale Ceberio (ex Trulalá) y hasta Micaela, que cantó sin zapatos, fueron condimentos previos para la entrada en calor. Aunque muchos guardaron algunas balas para el final, que empezó perfilarse después de las 2 de la madrugada. Pero lo que faltó es lo que justamente caracteriza a La Barra: la explosión de energía y su interacción con el público. Allegados a la banda dijeron que La Pepa, uno de los líderes grupo, había llegado de mal humor. Aún así, la gente puso todo y a medida que pasaron los minutos, la noche se calentó cada vez más.

Una reina de varias décadas, que representaba un centro de jubilados, terminó bailando con un pibe de no más de veinte años. En pocos minutos, las copas de champán del sector vip se mezclaron con los vasos de plástico desbordados de cerveza. En medio de la multitud, que no dejó de bailar, una señora se ubicó una señora con un bebé en un carrito y una pareja se instaló con reposeras y mate. Fue un solo espectáculo y al menos tres "mundos" diferentes. Los que estuvieron más cerca del escenario pudieron ver a los artistas en vivo y en directo, pero lo hicieron de pie. Los que estaban al final, pudieron sentarse. Pero fue como estar en una función de cine porque en la mitad del playón pusieron una pantalla gigante. Los menos, pudieron seguir de cerca la movida, pero adentro de una carpa, también con pantalla gigante, con cómodos sillones, mucha comida y bebida de primera.