Estudioso. A pesar de que hace un mes que no va a la escuela, Uriel tiene los cuadernos completos porque le pide a sus compañeros que le pasen las tareas.

Abril de 2017. Uriel, quien actualmente tiene 8 años, estaba en el cumpleaños de un amigo y de repente sintió un gran dolor en el pecho que lo dejó tendido en el suelo y le provocó una convulsión. Fue la última vez que pudo asistir a una fiesta infantil de este tipo y seguir una vida normal. Le diagnosticaron Síndrome de Wolf Parkinson White, un trastorno coronario que, a pesar de los tratamientos, le generó un 80% de posibilidades de sufrir una muerte súbita. Actualmente, según dijo su mamá, hizo un retroceso en la recuperación tras ser víctima de violencia escolar en el Colegio Medalla Milagrosa. Hace un mes dejó de asistir a clases por miedo a un compañero que le pega y aún no se resolvió su situación.

A Uriel le encanta el fútbol y es fanático de River. Pero no pueden jugar a la pelota, así que se conforma con ver los partidos por la tele. Aunque en ocasiones no puede terminar de verlos. Es que ante cualquier hecho que le provoque angustia o una emoción fuerte comienza a sentir el aceleramiento de las palpitaciones y la falta de oxígeno. Entonces pone en práctica el ejercicio que le enseñó su médico para controlar la situación. Se sienta derecho, contiene la respiración por 10 segundos y larga el aire suavemente. "Es muy maduro para enfrentar la enfermedad, asumir que no puede llevar una vida como cualquier otro niño y para obedecer todo lo que le indican los médicos. A veces es él el que me da aliento a mí. Sólo quiero que disfrute cada día de vida que tenga", dijo Verónica Páez, su mamá, quien no pudo contener las lágrimas.

"Cada día vivido es un lucha ganada por Uriel. Admiro su voluntad por cuidarse".

NATALIA PÁEZ - Madre del niño


La mujer contó que a raíz de esta enfermedad su hijo tiene un 80% de posibilidades de sufrir una muerte súbita, pese a que la cirugía que le realizaron a fines del año pasado, en el Hospital Garrahan, resultó exitosa. Le corrigió el problema cardíaco en un 95%, pero no fue suficiente para dejarlo fuera de peligro. "Los médicos me dijeron que ese 5% de riesgo era suficiente para que la enfermedad se complicara y generara más consecuencias, sobre todo al estar acompañada por la epilepsia. Es por eso que me recomendaron estar atenta a los síntomas en forma permanente. Cuando lo veo pálido y desganado le tomo el pulso. Así corroboro que el corazón no le deje de latir más de dos segundos, que es lo típico de esta enfermedad. Si supera este tiempo ya llamo a la ambulancia", dijo Natalia.

Uriel debe seguir una alimentación sana y baja en calorías, ya que si sube de peso aumentan los riesgos. Tampoco puede consumir gaseosas, hacer actividades físicas que requieran un mínimo esfuerzo, ni golpearse el pecho y la cabeza. Es por eso que sus días, por lo general, transcurren en la tranquilidad de su casa, leyendo, viendo tele o jugando con Mía, la perrita que recibió de regalo hace unos días. A veces también juega un rato con sus compañeros de escuela que van a visitarlo y a llevarle las tareas. Pese a que hace un mes que no va a clases, está al tanto de los contenidos que dicta su maestra. "Él quiere volver a la escuela, pero aún ni las autoridades del colegio ni del Ministerio han resuelto la situación. No hay garantía de que mi hijo no va a seguir recibiendo agresiones de parte de su compañero y sufriendo la angustia y el estrés que este maltrato le generó. A lo mejor la gente me critica porque no lo mando a clases, pero yo prefiero salvarle la vida por sobre todas las cosas", dijo la mamá.