Desde hace casi un año, cuando el Gobierno nacional dispuso el aislamiento obligatorio, la Argentina viene zigzagueando entre habilitaciones y prohibiciones. San Juan fue noticia el año pasado por haberse convertido en la primera provincia en lograr la presencialidad escolar. Luego los brotes de Covid-19 retrotrajeron todo y pusieron a los sanjuaninos en la violenta pendiente de un tobogán, a pesar de haber hecho un ascenso pausado y pensado. Con ese aprendizaje, las autoridades provinciales fueron soltando la piolita de las habilitaciones a cuentagotas, tratando de no descuidar tanto la economía: el comercio, la administración pública, el turismo, el deporte, los restoranes, y ahora las escuelas. Sin menospreciar cualquier actividad económica, obviamente ninguna de las mencionadas si quiera roza la importancia que tiene el hecho de que los alumnos puedan volver las aulas, a tener contacto otra vez con sus compañeros, con sus docentes, con el recreo, con las vivencias; en definitiva, todo lo que la presencialidad garantiza y que el trabajo virtual no puede entregar. Los seres humanos son seres sociables por naturaleza, por tanto, es imposible que la normalidad esté atada a una computadora, por mayor impulso que le quieran asignar. El retorno de los alumnos a las aulas, coinciden especialistas y funcionarios del Gobierno provincial, se convertirá en el paso más firme dado en la Argentina para retomar aquella lejana normalidad que se perdió hace casi un año. 


Para llegar a este punto, el país tuvo que atravesar uno de los aislamientos más prolongados del mundo. A pesar de los esfuerzos de las autoridades y de los ciudadanos de a pié, la pandemia le pegó a la Argentina más fuerte que a otros países: el día que se superaron las 50.000 muertos (50.029 para ser precisos) a su vez la República quedó en el puesto 26to del mundo, con 1.106 muertes por millón de habitantes. Sólo 12 países superaron los 50.000 decesos: Estados Unidos lidera el ranking con 475.444 muertes, seguido por Brasil (236.201) y México (171.234). Por otro lado, el parate a la economía tuvo resultados parecidos a una catástrofe: el Estimador Mensual de la Actividad Económica que difundió hace unos días el INDEC, muestra que la economía argentina se hundió 10% en 2020. En el año posterior a la crisis de 2.001, el producto se había desbarrancado un 10,9%. Es decir, la del año pasado fue la peor caída desde 2.002, la época de los cinco presidentes.


A esta altura en la Casa Rosada pensaban tener mucho más avanzada la campaña de vacunación, pero las demoras del Gobierno ruso para producir la vacuna provocaron un desfasaje entre lo que la Nación planeó en diciembre del año pasado, con lo que efectivamente está ocurriendo por estos días. De igual forma, la presión social obligó al Gobierno nacional a avanzar con la presencialidad, incluso a sabiendas de los riesgos que se corren: la gente no quiere ver más a sus hijos encerrados y deprimidos. 


En este complejo contexto, San Juan se sumó un problema más: el terremoto del 18 de enero. El movimiento telúrico de esa noche de verano impactó en la infraestructura escolar como pocas veces y obligó a las autoridades a trabajar aún más para lograr que la mayoría de los chicos puedan tener un edificio escolar al que regresar. Se calcula que la provincia deberá invertir unos 500 millones de pesos en reparar escuelas con rajaduras o daños estructurales. Ese trabajo demorará algunos días, como es natural, por tanto se espera que hayan alumnos que, además de bancarse la crisis psicológica de lo vivido, tengan que soportar también que el ambiente al que vuelven no sea el que dejaron, allá por marzo de 2020.


Por suerte la provincia superó la discusión salarial con los docentes, negociación que suele acarrear largas disputas entre los gremios y el Gobierno provincial y que a veces hasta provocó aulas queden vacías. San Juan le dará a este sector a partir del mes que comienza mañana un incremento escalonado del 50 por ciento; una cifra histórica para los acuerdos salariales entre estatales y cualquier gobierno. El último antecedente que se recuerda fue en 2018, con un 47 y pico por ciento de incremento.


Todo lo anterior pierde sentido cuando se habla de la salud de los más pequeños. Los chicos quieren y tienen que regresar a clases. Una especialista entrevistada para este suplemento especial, fue muy clara: el impacto del aislamiento se irá viendo a medida que pase el tiempo. Y hay que tener cuidado con el regreso, porque puede ser tan perturbador como el cierre de las escuelas. No hay cifras uniformes, pero se calcula que una gran cantidad de chicos abandonaron la educación en la virtualidad, por no estar cómodos con ella, por no tener internet, o simplemente porque tuvieron que salir a trabajar debido a la mala situación económica de sus familias. A todos estos problemas se enfrentará la comunidad escolar desde mañana, un desafío nunca antes emprendido, al que todos le tienen que poner el mayor y mejor esfuerzo para que sea superado.

EN NÚMEROS

  • 171.014 estudiantes de Nivel Inicial, Primaria, Secundaria y Educación Técnica, volverán a las aulas entre mañana y la próxima semana. 
  • 16.868 docentes están habilitados por el Ministerio de Educación de la provincia para ir a las escuelas.
  • 766 Instituciones educativas están en condiciones de recibir los alumnos y al resto de la comunidad educativa.