"Venga, juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida, con su látigo cuando castiga, con sus laureles cuando premia", escribió Domingo Faustino Sarmiento un día de julio de 1888, dos meses antes de su muerte, mientras estaba en Paraguay. La carta no tenía destinatario, pero años más tarde, su nieto Augusto aseguraría que fue dirigida a Aurelia Vélez Sarsfield, la mujer que amó durante más de tres décadas. Fue esta la última carta de amor que le escribió y ella respondió a su pedido desesperado. Viajó a verlo, pero volvió a Buenos Aires 11 días antes de la muerte de Sarmiento.

La última carta fue como un cuento para niños. Sarmiento se dirigió a su amada como si él fuese un príncipe encantado y ella, la Bella Durmiente. Para Juan Mariel Erostarbe, que se dedicó a estudiar la correspondencia sarmientina, este recurso literario tuvo una razón de ser. "Los nombres de Aurelia y Sarmiento están trastocados por el príncipe Charmant y Belle Au Bois Dormant. Ella, la Bella Durmiente, simboliza el letargo, el retraso de que esa unión entre ambos se pudiera concretar. También implica la imagen de espera y de la unión", dijo Mariel. En esta carta, además de la faceta romántica, hay una súplica por parte de Sarmiento. "Díjome Ud. que vendría de buena gana al Paraguay. Créole con placer aunque no fuese más que como las promesas de las madres, o de los que cuidan enfermos, es decir que sí cuando alguna vislumbre de alegría pasa por su cabeza", continuó escribiendo. Aurelia viajó a Paraguay en agosto de 1888 pero sólo se quedó hasta fin de ese mes y no vio morir al hombre que amó durante 30 años.

Aurelia era la hija de Dalmacio Vélez Sarsfield, uno de los mejores amigos de Sarmiento y tenía 25 años menos. Sarmiento la conoció cuando ella era una niña. Su relación fue polémica porque se dio cuando ambos estaban casados. Las cartas que se escribieron fueron motivo de discordias familiares. En una oportunidad Benita Pastoriza, la esposa de Sarmiento, interceptó una carta que éste le había escrito a Aurelia y fue cuando se separaron definitivamente. Mientras que hay historiadores que afirman que Aurelia se separó de su esposo en 1853, por Sarmiento.

Aún así, fueron pocas las veces que pudieron estar juntos. "A Sarmiento siempre lo acompañó el viajero eterno, hasta el final. En esta carta escribe, como en tantas otras, para suplir la carencia de contacto", explicó Mariel. Pero su relación no se limitó a las palabras escritas ni a las declaraciones platónicas. En 1861, Aurelia le escribió a Sarmiento: "Te amo con toda la timidez de una niña y con toda la pasión de una mujer. Te amo como no he amado nunca, como no creí que era posible amar", a lo que él le respondió "Mi vida futura está basada exclusivamente sobre tu solemne promesa de amarme y pertenecerme a despecho de todos, y yo agrego, a pesar de mi ausencia, aunque se prolongue, a pesar de la falta de cartas cuando no las recibas".

Fueron innumerables las cartas que hubo entre ellos, durante 30 años. Pero la última, hizo que la mujer accediera al pedido de su enamorado de ir a verlo al país donde intentaba recomponerse de su enfermedad. Aurelia fue a Paraguay y alcanzó a ver la casa que Sarmiento estaba edificando, pero nunca quedó claro por qué volvió a Buenos Aires tan pronto. Fue la primera en enterarse, en Buenos Aires, de la muerte de su amado, y fue quien avisó a la prensa. Tras la muerte de Sarmiento, Aurelia se fue a Europa y volvió al país una década después. Murió sola y rica, un 6 de diciembre de 1924, después de haber visto más de una estatua de bronce inmortalizando al hombre que amó durante casi toda su vida.