La huella para llegar en auto hasta el oratorio de la Difunta Teresa, en Angaco, es bastante complicada durante sus 63 kilómetros de extensión. Pero esa dificultad no impide que cada vez se acerquen más devotos hasta este lugar para dejarle objetos personales en agradecimiento de las bendiciones recibidas, tal como ocurre con la Difunta Correa. Tanto Teresa como Deolinda tuvieron una muerte trágica y a ambas se les atribuye la realización de milagros. La única diferencia es que la existencia de Teresa está comprobada, en tanto que la de Deolinda sigue siendo un mito.
Hasta hace unos tres años, en el interior del oratorio se podía ver el cuadro de la Difunta Teresa junto a algunas imágenes religiosas, fotos de promesantes y flores de plástico. Hoy, hay hasta ropa de bebés. ‘Ante era común que la Difuntita fuera visitada por los gauchos de la agrupación o por otra gente únicamente cuando participaba en la cabalgata. Pero ahora vienen promesantes todos los domingos y dejan sus pertenencias en agradecimiento por una bendición recibida o para hacer algún pedido’, dijo Mauricio Herrera, secretario de la Agrupación Gaucha la Difunta Teresa, de Angaco.
Tres cuadernos tamaño oficio son prueba de las visitas que recibe este oratorio en cualquier época del año y no sólo en el mes de agosto cuando se realiza la cabalgata. Allí, los visitantes que llegaron al paraje dejaron escrito el motivo de su visita, el agradecimiento por el ‘milagro recibido’ y la fecha.
Al igual que en el oratorio de la Difunta Correa, en el de Teresa los promesantes dejan patentes de autos, herramientas de trabajo, camisetas deportivas, trofeos, un par de casitas y cientos de paquetes de velas.
Estos objetos colmaron el altar donde se encuentra la imagen de la difunta por lo que comenzaron a colgarlos de las paredes y del techo en el interior del oratorio. Incluso, fuera del mismo.
Como el interior del oratorio quedó chico para dejar ofrendas, algunos promesantes construyeron varias grutas en el predio para que la gente pueda dejar sus pertenencias y encender las velas.
Hasta 1956 sólo había en el lugar una casuchita de adobe para prenderle una vela a la Difunta Teresa. Ese año, descendientes de su esposo construyeron el oratorio que hay en el lugar.