Nacieron en el seno de una de una familia tradicionalista y defensora del folclore. Crecieron compartiendo las actividades gauchesca junto a sus padres y hermanos, pero a muy corta edad decidieron "independizarse" y darle rienda suelta a su pasión por la tradición, desde diferentes ámbitos. Son niños, de entre 6 y 11 años, que ponen en práctica su habilidad, ingenio y destreza para mantener viva las costumbres gauchas.

  • El relator más joven del país

Máximo Peralta tiene 11 años y ya es reconocido en otras provincias donde lo apodaron "el relator más joven del país". Es que hace un tiempo comenzó a participar en los festivales tradicionalistas con un rol que hasta ahora nunca un niño puso en práctica: relatar jineteadas. Y ya lo invitaron a hacerlo en Buenos Aires y Santa Fe. "Leo muchos libros de tradición y de doma para ir aprendiendo palabras nuevas, y las que no conozco o entiendo las busco en el diccionario, porque hay que saber qué decir cuando se relata. No se puede decir cualquier cosa", dijo Máximo.

  • Una jinete con mucho coraje

Sus padres la autorizaron a participar de la doma de petizos convencidos de que si el animal la tiraba, ella iba a desistir de la idea de seguir jineteando, pero se equivocaron. El poni la tiró, ella se levantó y, tras sacudirse la tierra de las pilchas, levantó los brazos en señal de triunfo. Así vivió Victoria Acosta, de 8 años, su primera jineteada. Desde los 2 años anda a caballo y hace un par que le venía pidiendo a sus padres que la dejaran participar de las domas, como lo hacen sus hermanos de 16 y 18 años. Su debut fue hace dos fines de semana en un festival en Valle Fértil.

  • Un gaucho con aguante

A Santiago Torres, de 10 años, siempre le dicen que antes de caminar aprendió a andar a caballo. A los 2 le dieron sus primeros paseos sobre este animal y a los 5 ya era un verdadero jinete. Y con ambiciones. A esa edad ya quería acompañar a su padre en la Cabalgata de la Fe a la Difunta Correa, montando su propio caballo. Pero recién a los 7, consiguió el permiso para hacerlo. "Con mi papá no partimos desde Capital con la cabalgata, sino que cabalgamos desde Marquesado donde vivimos, pero yo ni sentí cansancio. Me sentí muy feliz y espero que mis papás me permitan seguir participando", dijo el chico.

  • Con el folclore en la sangre

Sus padres decidieron mandarla a danzas árabes para sacarla un poco del ambiente gauchesco, pero su pasión por la tradición pudo más. Es Ema Miraval que a los 4 años eligió aprender a bailar danzas folclóricas. Desde entonces no falta nunca a clase y si por alguna razón debe hacerlo, sigue las prácticas en su casa donde tiene a los "mejores profesores". Son sus hermanos mayores, de 14 y 16 años, que también bailan folclore. Esta nena, que ahora tiene 6 años, dijo que le "encanta" ir a los festivales gauchos junto a la familia porque tiene un espacio donde mostrar su pasión por el baile.

  • Con alma de música gaucha

Desde chiquita, Alma González, de 10 años, dejó entrever que le gustaba la música. Aprovechaba las guitarreadas que organizaba su papá con los amigos en casa, para mezclarse entre ellos, al menos para palmas. Ante este entusiasmo, sus papás decidieron enviarla a una academia de danza folclóricas donde ahora se destaca tocando el bombo. "Me gusta tocar el bombo porque es como una descarga de energía. Mi hermanito más chico también lo toca así que en casa nos entretenemos tocando juntos. Tocar este instrumento me ayudó a pasar tranquila la cuarentena por covid", dijo la nena.