Ilusión. Darío Flores dijo que tiene la ilusión de poder terminar de levantar el "rancho" antes de que llegue el invierno para que su familia deje de vivir bajo un nylon.


El panorama y la actitud en los asentamientos Pellegrini y La Paz, en La Bebida, Rivadavia, son muy diferentes a los de hace 3 meses. En enero pasado la lluvia no sólo tiró varias de las precarias viviendas de ambos vecindarios, sino que también echó por tierra el ánimo de la gente que hasta perdió los muebles tras la inundación. Pero ahora la situación cambió. Los sin techo, un poco más animados, comenzaron a levantar nuevamente sus ranchos precarios hasta usando los adobes que sobrevivieron al temporal. Dijeron que trabajan sin descansar por resurgir de los escombros.

El guadal de enero que no dejaba ni caminar en estos asentamientos fue reemplazado por la polvareda. Es la que levantan sus habitantes en el apuro de terminar cuanto antes de levantar su rancho. "Ya se viene el invierno y no podemos seguir viviendo bajo un nylon, por eso aprovecho hasta la noche para pegar algunos adobes. Yo mismo los corté con tierra que nos trajeron y con la que saqué desarmando el resto de los adobe de la casa que se me cayó. Espero terminar pronto para que mi familia pueda dormir tranquila", dijo el vecino José Mercado.

Darío Flores también trabaja a contra reloj para levantar su casa. Demoró más de lo esperado por falta de material. Es que la mayor parte de la tierra que le dieron la usó para rellenar y elevar el terreno donde está su antigua vivienda y sobre el cual construirá la nueva. "Sólo pude cortar unos pocos adobes, pero tuve la suerte de conseguir más. Un hombre vino a buscarme para que le desarmara un caserón de adobe abandonado que tenía en un terreno. Y me dio los adobes que quedaron sanos y los palos del techo. Me queda conseguir un cañizo para dejar la casa lista y poder mudarnos a un lugar más seguro", dijo el joven que desde enero vive bajo un nylon son su esposa y su hija de 3 años, y casi sobre el pavimento de la calle Pellegrini.

Manos a la obra. Vecinos del asentamiento La Paz se encargan de cortar adobes y de edificar sus nuevas viviendas, pese a no ser albañiles.

En los asentamientos no hay calles. Los estrechos pasillos que separan las casas apenas son lo suficientemente anchos para que pase una persona en bicicleta. Además, están cubiertos de escombros y de la humedad que genera el desborde de los pozos negros. Por ese camino, los hombres se las ingenian para acarrear adobes en una carretilla. Uno la empuja, mientras otro la tira de la rueda delantera. En determinados momentos no les queda más opción que alzarla para poder superar los obstáculos y llegar a destino. "Esto es muy duro pero peor es vivir con el miedo de que se te caiga el nylon con los palos encima cuando estás durmiendo. Hay que hacer lo que sea para levantar de nuevo el rancho porque el sueño de poder tener una casa está muy lejos", dijo Marcelo Gómez.

Pese a que desde enero la lluvia no volvió a azotar a estos asentamientos, la mayoría de sus habitantes vive con miedo de "morir aplastado". El temporal no les tiró las casas, pero las dejó al borde del derrumbe. 

El fresco de la mañana temprano ayer se hacía sentir, pero igual Yésica Lépez sacó a sus 4 hijos a desayunar a la intemperie. Trata de que pasen la menor cantidad de tiempo posible en la única habitación en la que viven. La lluvia de enero les derribó una pared, agrietó otra y "bolseó" una tercera. El techo de caña no se terminó de caer, pero hubo que apuntalarlo. "A los niños les pido por favor que cierren la puerta con cuidado. Me da miedo que un portazo me tire la casa abajo", dijo la mujer.

Alejandra Baraona, la referente del asentamiento Pellegrini, también duerme en una habitación a punto de derrumbarse. Destinó la otra que está en mejor estado a albergar a dos familias que tienen su "rancho" a punto de caerse. "Todas las casas están en tan mal estado que no creo que resistan una lluvia más. Esa es nuestra realidad", dijo.

Peligro. El merendero del asentamiento Pellegrini, al que asisten 150 chicos, funciona entre viviendas de caña y nylon.

 

* Población

180  son las familias que viven en los asentamientos Pellegrini y La Paz, en la Bebida, Rivadavia. A 70 se les cayó la casa tras la lluvia de enero pasado.

* Doble castigo

A 11 días del temporal de lluvia de enero, los vecinos de estos asentamientos también fueron los más golpeados por un fuerte viento que azotó a la provincia. Les voló los refugios que improvisaron con caña y nylon.

 

 Reclamos y respuestas

 

  • La tierra

Los vecinos de los asentamientos dijeron que necesitan más tierra para poder terminar de levantar sus casas. Nancy Berón, de Desarrollo Social de Rivadavia, dijo que ya les llevaron 150 camionadas y que seguirán los envíos, pero priorizando a quienes más la necesitan. Dijo que la demora se debe también a que les está costando conseguir más de este material.

  • La salud

Los vecinos dicen que Salud prometió que el tráiler sanitario que se instaló por el temporal seguiría brindándoles atención. Pero Walter Antuña, jefe de Zona Sanitaria 4, dijo que este operativo fue por tratarse de un caso de emergencia. Agregó que el tráiler recorre toda la provincia y no puede permanecer en un solo lugar, pero que siguen los operativos sanitarios esporádicos en la zona.

  • La comida

Alejandra Baraona mostró la planilla donde consta que el Ministerio de Desarrollo Humano les da por mes 30 cajas de leche, 30 paquetes de azúcar, 20 de harina y de arroz, 40 pack de galletas y 20 botellas de aceite para prepararles la merienda a los 150 chicos que van al merendero. Dijo que no alcanza. Nadie del Ministerio atendió los llamados de este diario para dar su palabra.

  • Los baños

La lluvia colapsó los pozos negros de los asentamientos y el municipio instaló baños químicos para que usaran los vecinos. Tras la quema de dos de ellos, el municipio los retiró a todos. Los vecinos dijeron que no los instalaron de nuevo, pese a que los pozos siguen colapsados. Nancy Berón dijo que ninguna empresa quiso alquilar los baños nuevamente por temor al vandalismo.