El 4 de junio de 1975, Celestino Rodrigo, ministro de Economía de Isabel Perón, puso en marcha ajustes de variables que estaban sofocadas, entre ellas, el precio de las naftas. Por aquel entonces, un joven periodista terminaba su turno en la radio a las 13 de un lunes, el plan se acababa de inaugurar, los combustibles habían cambiado de precio y se hicieron inalcanzables. Debía caminar desde Rioja e Ignacio de la Roza hasta su domicilio, Caseros entre Laprida y Libertador. Mirando las calles vacías en pleno mediodía, decidió hacer una prueba: manteniendo el itinerario de rutina, ver hasta dónde lograría llegar caminando por el medio de la calzada, Rioja primero y Laprida después. Llegó a su casa. Desde Ignacio de la Roza hasta Laprida y por Laprida hasta Caseros por el medio de las calzadas, 5 cuadras. No esquivó a nadie. Marzo de 2021. El mismo periodista debió hacer un trámite un día lunes con los colegios abiertos en el inicio de clases entre las 11,30 y 12,30. El centro desolado y sus arterias casi vacías, estacionamiento público en múltiples espacios en los mismos lugares en que meses atrás era imposible ubicarse hasta en las guarderías privadas. Le vino a la memoria otra época en que debió volver a su casa y pedir que lo llevaran por imposibilidad de estacionar dentro de las "4 avenidas". Otra vez el variable precio de las naftas. Un simpático economista y empresario describió la situación de modo terminante: "El Gobierno está siendo igual o peor que la pandemia". Este argumento tiene su base. La insoportable carga impositiva es la causa principal de la suba de precios y, para colmo, es algo que no responde a variables externas, se podría cambiar con sólo tomar decisiones. En los combustibles, los impuestos representan el 50% de valor final. Una excelente nota de Kuky Pérez en este diario demostró, siguiendo datos publicados por CAME, la organización de la Mediana Empresa, que lo mismo ocurre con el vino y otros tantos artículos de la mesa familiar. Volviendo al caso de las naftas se da otra condición: la modificación del precio final acompaña, es verdad, la suba del precio del crudo que ronda los 68 dólares el barril cuando llegó a estar un año atrás en ¡12 dólares! Claro, un año atrás estábamos todos encerrados y en el mundo nadie se trasladaba. Pero además, y así lo ha declarado YPF, el aumento se justifica por la necesidad de tener dinero asignado a inversiones para reactivar Vaca Muerta. Vaca Muerta, gran reserva de petróleo y gas no convencionales, es viable a partir de los 70 dólares el barril, el procedimiento de extracción por fracking es muy caro. Cualquier empresa privada que pretendiera tomar dinero de clientes o usuarios para inversiones, subiendo el precio de un bien transversal a la economía como el combustible, seguramente sería castigada por la Secretaría de Comercio. Las inversiones de las actividades reguladas o cuasi monopólicas deben salir de las propias utilidades, de la venta de acciones o de la toma de créditos. Si el precio fuera libre por existir suficiente competencia, no habría problema de poner cualquier cifra, total, la gente tendría otras opciones de compra. Es lo que pasa con las manzanas o las peras. Pero cuando se tiene el control de más de la mitad del mercado, como YPF, no se debiera permitir ese tipo de maniobras. Ocurre que YPF no puede hacer nada de lo que sería normal: si pone a la venta acciones nadie las quiere, si pide plata prestada el interés es muy alto, carece de suficientes utilidades, es por eso que las acciones están al nivel de una empresa fundida, no está pagando sus deudas, luego, sólo queda obligar a poner plata a los consumidores. Es el mismo método que Rivera Prudencio, por entonces titular del EPRE, ideó como forma de financiar la línea eléctrica de 500 KV. Aún se escuchan las quejas de los usuarios del sistema eléctrico que se extrañan de ver ese rubro en sus boletas. Si se comparan los precios internacionales de las naftas de la misma calidad y en la misma moneda, en nuestro país aún queda margen para subir. En USA el litro está a 88 centavos de dólar (allí se vende por galón pero hemos hecho el cálculo), en Chile 1,20 dólares, en Uruguay 1,32 y en Brasil 90 centavos de dólar. Ni Chile ni Uruguay tienen petróleo. Si usamos el tipo de cambio oficial digamos que aquí el litro de nafta premium ronda 1 dólar el litro pero con la rareza de que nuestro precio tiene nada menos que el 50% de impuestos contra sólo el IVA de otros lugares que tampoco es del 21%. Chile 19%, USA 11,7%, México 16%, Perú 18%, Ecuador 12%, Bolivia 13%, sin llegar a Suiza y Japón que cobran el 8%. Conclusión 1: Si es por el precio real del elemento fuera de impuestos, todavía por aquí la nafta está barata. Conclusión 2: Es razonable el pedido de las petroleras de adecuar el precio a niveles internacionales. Conclusión 3: El problema son los impuestos. Conclusión 4: Las estaciones de servicio son, más que nada, agencias de la AFIP, recaudadoras de impuestos. Si se separa la carga fiscal, el combustible aún está barato. Conclusión final por segunda vez: No es la nafta, son los impuestos. Raro que nadie advierta que, a la larga, circulando menos gastamos menos también en otras cosas, si la actividad se reduce, se recauda menos en otros rubros. En fin. Miércoles 16 de marzo 13.00 horas, 13 km en auto atravesando toda la ciudad, calles de nuevo vacías, se podía cruzar cualquier esquina a ojos cerrados sin temor a un choque. Son los impuestos.