"La Constitución Nacional dice lo que la Suprema Corte de Justicia dice que dice", es una máxima muy práctica que suelen recordar los abogados. Es decir, la interpretación de la norma, siempre sujeta a las ideas y prejuicios de cada época y que será cambiante según las personas, prevalece sobre la voluntad de los legisladores aun en aquellos casos como este, en que el texto no parece dejar lugar a dudas: "Corresponde a la Nación dictar las normas de presupuestos mínimos y a las provincias las necesarias para complementarlas, sin que aquellas (las de la Nación) alteren las jurisdicciones locales". La discutida Ley de Glaciares excede en mucho un presupuesto mínimo y casi se podría encuadrar entre las llamadas leyes reglamentarias, es decir, se mete en el detalle. Cuesta pensar en un Estado Federal si se entiende, así lo acaban de hacer los jueces de la Corte, que las provincias, que son previas a la nación (Provincias Unidas del Río de la Plata), no pueden ser administradoras y ejercer el control del uso de sus recursos naturales. Es ahí donde radica el conflicto que se ha llevado a análisis del más alto tribunal, no tanto en glaciares sí o glaciares no, porque nadie en el mundo puede estar a favor de la destrucción de cualquier glaciar. El texto de la Constitución de 1994 dejó en manos de cada distrito recursos que, antes, por ser tenidos como "estratégicos" estaban bajo el control de las Fuerzas Armadas. Para las provincias que tienen minería del mismo modo que las de la llanura tienen soja o ganado, se abre un panorama negro de incertidumbres. Unos años atrás, cuando no se suponía que existiría una Ley de Glaciares en Argentina, se llevaron a cabo unas jornadas sobre el tema con expertos de todo el mundo en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de San Juan. Una de las cosas que quedaron claras fue que la glaciología es una disciplina muy nueva, que tiene pocas décadas de existencia y muy pocas certezas, como es lógico de una ciencia que requiere de la observación, constatación, refutación y eventual corrección durante muchos años. ¿Que los glaciares son reserva de agua dulce? ¿Quién se atreve a refutar eso cuando es evidente que el hielo puede transformarse en agua? Sin embargo, los sanjuaninos sabemos que el agua de nuestro río proviene de la nieve y que cuando no nieva su caudal se reduce sin que haya compensación alguna por parte de algún glaciar. Está de por medio el proceso llamado de "sublimación" por el cual el hielo se transforma directamente en vapor sin pasar por el estado líquido. Conclusión, para convertir el hielo en agua primero hay que descongelar, proceso que resultaría más difícil y caro que desalinizar el agua de mar. También es evidente que casi todos los glaciares están retrocediendo y que aun aquella tierra que permanece cubierta de hielo como la Antártida o que tiene grandes bloques que son todo hielo, se están derritiendo o separando del continente. En la Antártida, que sepamos, no hay actividad minera o industrial. El calentamiento global es una realidad indiscutible, porque el aumento de la temperatura media del planeta se viene midiendo y registrando desde centurias, pero nadie puede atreverse a afirmar que ese fenómeno será permanente porque bastaría con que uno solo de los grandes volcanes que están activos (como el de Yellowstone en USA, por ejemplo), hiciese erupción para que el planeta volviese a la era de hielo. También es dudosa la atribución del calentamiento a las actividades industriales. Es cierto, hay coincidencia entre el nacimiento de las fábricas y el calentamiento, resultado de la frazada de bióxido de carbono emanado de las chimeneas, pero ¿está descartado que se trate más bien de la misma actividad solar que supo atacar el planeta en eras pasadas? Para mayor confusión hay otra cosa de certeza absoluta, el planeta no se está calentando sino enfriando porque al principio era una masa incandescente. Todo depende del lapso que se analice. Un plazo de doscientos o trescientos años debe mover a risa a cualquier geólogo cuando por ejemplo nuestro dique de Ullum tiene una cota decamilenaria, o sea, el murallón se levanta por sobre la máxima cota que trajo el río en 10 mil años. No existía registros de Hidráulica, pero están las marcas en los cerros de por dónde pasó alguna vez el agua y eso puede ser visto levantando los ojos sobre los bordes de los cauces. En todo este fárrago de incertidumbres aparece además otro indefinible. Esto es, la tierra fría cercana llamada "ambiente periglacial" en la cual se prohíben las mismas actividades que en los glaciares. Exagerando, un amigo bromeaba diciendo que una maceta dejada cierto tiempo en el freezer pasaría, según el texto, a ser ambiente periglacial. Esa broma pone en blanco y negro el tipo de discusión que se vendrá porque, insistimos, nadie se atreverá a proyectar sobre una masa de hielo, pero tomar la periferia fría como si fuera un glaciar, inutilizaría casi toda la Patagonia y evitaría obras no necesariamente mineras, como caminos y otras. Nuestro país es víctima de su propia torpeza, en este caso, es el único en el planeta que aprobó ley semejante. Así, teniendo los mismos recursos que Perú, Bolivia o Chile, porque la cordillera es la misma, es el que registra casi nulas inversiones en un campo en el que se funda el progreso del mundo. Vías férreas, edificios, vehículos, energía, todo proviene de las entrañas de la tierra y hasta contribuyó decisivamente en la generación de alimentos para miles de millones de seres humanos mediante la remineralización de suelos o fertilizantes. Las provincias cordilleranas, como tantas otras veces, seremos víctimas del snobismo de senadores porteños preocupados por el medio ambiente. Claro, menos el propio, que es el más contaminado del país.

Teniendo los  mismos recursos que Perú, Chile o Bolivia, este  país registra  casi nulas inversiones  en el sector de la minería.