La magia y la destreza de los acróbatas, la habilidad de los malabaristas y la gracia y los disparatados juegos de los payasos están de regreso. Es la tradición circense que recupera su lugar más preciado: el encuentro con las familias. Después de dos años de pandemia y confinamiento, las casas rodantes del Circo Montreal volvieron a recorrer las rutas del país y llegaron a San Juan hacer su debut -anoche- en la provincia. Conformada por la familia Díaz, esta compañía es comandada por Noelia Tejedor y Emanuel Díaz, director artístico de una troupe integrada por más de 15 artistas, además de técnicos y asistentes. Bajo la gran carpa conviven seis familias que vienen de cuatro y cinco generaciones de artistas circenses, y sostienen su legado con la escuela de toda la vida: el malabarismo, el clown y la acrobacia. Sin efectos visuales, pantallas o luces láser, el circo tradicional es el cimiento de este emprendimiento autogestivo. La mayor parte del elenco, vienen de otros circos de grandes franquicias, pero hace diez años, Noelia y Emanuel (ambos son cuñados) decidieron encarar su propia empresa y de manera colectiva con el staff fundaron la marca Montreal.

Azael, con 13 años, es el paradista de manos que asombra por su gran resistencia.

En 2015, llegó por primera vez al predio del entonces Híper Libertad, en 2019 se instaló en la playa del ex Walmart y cuando se disponían a regresar para la temporada 2020, la pandemia frustró todo. Por año el convoy rodante viaja alrededor de 9 mil km de norte a sur y de este a oeste del país, pero con la suspensión de todos los espectáculos tuvieron que hacer campamento en San Luis y quedarse allí hasta que la situación se normalizara. 

Las bailarinas y acróbatas se lucen con sus números en el escenario.

"Quedamos dos años parados por la pandemia y fue complicado, porque después no sabíamos cómo retomar o qué decidir, hacia cuál ciudad continuar. Como a los chicos del grupo, la mayoría sanjuaninos, el corazón les tiraba, entonces elegimos reactivarnos aquí", contó Noelia Tejedor a DIARIO DE CUYO. 


Antes de entrar a la ciudad recorrieron los departamentos alejados, puesto que su itinerario abarca pequeñas comunidades también. Su propósito no solo es estar en los grandes centros urbanos, sino también en las zonas rurales, porque el concepto al que adhieren es el del circo como el espacio cultural de entretenimiento popular. Sin embargo, la parálisis los había dejado en un mar de incertidumbre. 


"La verdad, que no sabíamos cómo encarar, o cómo seguir, qué podía pasar, qué presupuestos estaban disponibles; pero debíamos arriesgar también", comentó Noelia; y en el mismo sentido, Emanuel detalló que "no fue nada fácil el proceso, porque también la situación económica se hizo muy cuesta arriba y sobre todo porque poner en marcha un circo requiere tiempo, organización y mucha voluntad de trabajo. Los costos se elevaron mucho y a pesar de todo, el circo sigue vivo y supo siempre superar todas las crisis". "Es que tenemos una faceta especial, por el estilo de vida itinerante que llevamos, nos adaptamos siempre a toda circunstancia. No tuvimos funciones, es cierto, pero lo compensamos con hacer nuevos entrenamientos, pensar nuevos shows y a la vez, los chicos aprovecharon para completar las horas de estudio en la escuela. Hubo compañeros que se establecieron en un lugar, pero en otros casos, la pertenencia al circo puede más y es el oficio que sabemos hacer. Nos llena el alma, aunque no sea sencillo", se explayó Noelia.

Cristal es la acróbata aérea y ama de las telas que danzan en el aire.

En el elenco, cada miembro tiene distintos roles, como la musicalización, la iluminación, el montaje de la carpa, el vestuario; y a la vez saben ejercer varios oficios como carpintería, electricidad y metalurgia. Como sostuvo Noelia, "somos una familia poli-rubro". En cuanto al picadero, donde entran artistas muy jóvenes, el público puede disfrutar del arte de Isabella Díaz, la contorsionista; Emiliano, Jeremías y Emanuel, dedicados a los números de equilibrio y malabarismo; Ana Díaz, que es Cristal, con todos sus números de acrobacias aéreas en tela, aros y trapecios; los hermanos Da Silva, que son las estrellas de la cama elástica; Azael, que es paradista de manos y con sus pies hace lo que quiere con cualquier objeto; y los payasos Churrinche, Taruguito y Alegrete (Simón), este último es el alma del espectáculo y con sus apenas siete años ya genera gracia y ternura en los números cómicos. Pero todos reconocen en la acrobacia, el malabarismo y el clown la columna vertebral de su espectáculo, porque son el resultado de años de formación y entrenamiento que vienen teniendo en la casa-escuela que llevan adelante los mayores del elenco, quienes les imparten sus conocimientos a los más pequeños. "A los chiquitos los vamos entrenando primero en que pierdan el pánico escénico, luego pasan al nivel de hacer los ejercicios acrobáticos básicos.

Isabella hace su número de contorsión "El misterio de la mujer serpiente".

Después van ascendiendo a pruebas de mayor dificultad. Si lo hacen desde temprana edad, es mejor todavía, porque así desarrollan todo lo físico", explicó Tejedor, quien subrayó que las disciplinas tradicionales son la base para que cualquier practicante llegue a ser un artista integral y completo. "El circo es el espacio más completo y diverso, uno de los pocos rubros que permite que toda la familia participe y se divierta. Hoy está considerado como un patrimonio cultural y apelamos que siga ejerciéndose así, por aquellos que continuarán con esta tradición", concluyó Díaz.

Emanuel Díaz es sanjuanino. Junto a Jeremías y Ezequiel cautiva con malabarismo.

DATO
Circo Montreal (calle 9 de Julio -o Nuche- entre Urquiza y José Martí) . Todos los días de julio funciones a las 16 hs. y a las 18 hs. Palcos: $1.500; preferencial $1.200; popular $800. Anticipadas en www.accessgo.com.ar