Y llegó el día. Hoy finalmente vio la luz “The life of a showgirl”, lo nuevo de Taylor Swift, que se ha erigido en la artista pop más popular (y rendidora) de los últimos tiempos; quien antes del estreno lo definió como “el disco que he querido hacer desde hace mucho tiempo”.
Tras una reserva que escaló de manera descomunal –fue el lanzamiento más pre-guardado en la historia de Spotify– y en medio de la euforia de las y los apasionados “swifties” (más que un fandom, casi el ejército personal de la cantante oriunda de Pensilvania), sin embargo, la crítica recibió de manera dispar el flamante material, su 12vo. disco de estudio, que incluye variantes físicas en vinilo y CD.
“Taylor Swift conquista su escenario más grande hasta ahora”, la halagó la Rolling Stones. “Un disco contagiosamente alegre que incluso en sus ajustes de cuentas suena luminoso”, se sumó Variety.
Del otro lado, The Guardian apuntó “Un brillo apagado de una estrella que suena exhausta”, y en la misma línea titularon Billboard, con “Pop clásico que no alcanza los niveles de 1989”; USA Today, con “Swift flota más de lo que golpea”; y US Weekly, con “Palidece frente a sus discos más queridos como Red, 1989 y Folklore”. Una síntesis de los pro y contras que deja de manifiesto las luces y sombras que rodean a esta producción.

La crítica levantó el pulgar por:
- Regreso al pop teatral: Beats potentes, sintetizadores brillantes y coros épicos que recuerdan a 1989 y Reputation.
- Narrativa visual fuerte: Desde la portada hasta los videoclips, todo tiene una estética definida: plumas, agua, brillos y drama.
- Lírica confesional: Canciones como The Fate of Ophelia y The Crowd Is Your King muestran vulnerabilidad y profundidad emocional.
- Producción de alto nivel: Max Martin y Shellback logran un sonido pulido, moderno y con gancho.
- Engagement masivo: Récords de pre-guardado en Spotify, ediciones físicas coleccionables y una película de 89 minutos que acompaña el álbum.
Las objeciones hablan de:
- Temática repetitiva: Fama, escenario, aplausos… el concepto se agota rápido.
- Exceso de dramatismo: La teatralidad roza lo exagerado y pierde autenticidad.
- Desbalance emocional: El disco salta entre vulnerabilidad y arrogancia escénica sin una transición clara.
- Colaboración desaprovechada: El feat con Sabrina Carpenter no alcanza el impacto esperado.
- Producción saturada en algunos tracks: Hay momentos donde el sonido se vuelve demasiado cargado y pierde sutileza.

Y lo que hay que tener en cuenta es:
Por supuesto que más allá de los juicios de valor y de sus justificaciones, cada uno elaborará su propia opinión del disco una vez que lo haya escuchado. Veredicto personal que puede estar alineado con alguna de las dos posturas previas, con ninguna o incluso ser un mix de todo. Lo que sí sugieren los entendidos es tener en cuenta tres puntos antes de darle play, para comprender mejor el concepto y que la experiencia sea más completa. A saber:
1. La dualidad entre el espectáculo y la intimidad
- Taylor explora el contraste entre la figura pública y la mujer detrás del telón. El álbum retrata cómo se vive la fama desde adentro: luces, aplausos, pero también agotamiento, exposición y vulnerabilidad. La “showgirl” no es solo una artista, es una mujer que se reinventa para sobrevivir en el escenario de la vida. Swift se inspiró en su experiencia durante The Eras Tour, la gira más taquillera de la historia, y en su fabulosa relación con Travis Kelce, su pareja.
2. Narrativa simbólica y teatral
- Cada canción funciona como un acto dentro de una obra. Hay referencias literarias: En The Fate of Ophelia, reimagina el personaje trágico de Hamlet, con un giro esperanzador: alguien la rescata de la locura por amor. También tiene guiños a íconos del cine: En Elizabeth Taylor, reflexiona sobre la fama y el amor, con la icónica actriz como espejo de su propia vida. Además, despliega una estética visual cargada de drama: agua, plumas, brillos y espejos. El disco no solo se escucha, se interpreta como una puesta en escena emocional.
3. Reencuentro y regreso al pop
- Swift vuelve a trabajar con los grandes productores Max Martin y Shellback, que le devuelven un sonido pop más animado. Pero esta vez, el pop no es solo ritmo: es una herramienta para contar historias.

