La cuenta atrás para el rescate del pequeño sumergible que el domingo emprendió una inmersión al pecio del Titanic, en aguas del Atlántico norte, parece estar ya acabada. El lapso estimado de supervivencia de los cinco ocupantes del minisubmarino Titan se cumplió teóricamente en la mañana de este jueves. El habitáculo, de escasos 6,5 metros, disponía de aire respirable para 96 horas, un plazo que la víspera multiplicó las labores de búsqueda pese a la complejidad del rescate, en un área con una extensión similar a la Comunidad Valenciana o dos veces el Estado de Connecticut.

Sonidos submarinos detectados por aviones de reconocimiento el martes y el miércoles, incluidos ruidos de golpes, llevaron a reenfocar e intensificar las labores de búsqueda, aunque el análisis de esas señales no había arrojado resultado concluyente, como tampoco la actividad de un vehículo operado remotamente, o teledirigido. La Guardia Costera de Estados Unidos, que coordina el operativo, declinaba el miércoles pronunciarse sobre el final de las tareas de búsqueda para rescatar a los cinco ocupantes del minisubmarino, un estadounidense, un francés y tres británicos, dos de ellos, padre e hijo, de origen paquistaní. “Mientras está en marcha una operación de búsqueda y rescate hay esperanza”, declaró el capitán Jamie Frederick, portavoz de la Guardia Costera, en Boston.

La agónica búsqueda del Titan se concentró en la zona donde se detectaron los sonidos. Aunque el portavoz confirmó que no sabían lo que significaban los ruidos, no abandonaban la esperanza de hallar el aparato y poder rescatar a sus ocupantes.

De hecho, la operación de búsqueda y salvamento se amplió el miércoles, con la incorporación de buques de Canadá, Estados Unidos, Noruega, Francia y especialistas de la Armada estadounidense y de la Royal Navy, la Marina real británica. En total, 10 embarcaciones, apoyadas por tres aviones C-130 del ejército de EE UU, para peinar una superficie de 20.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente el tamaño de El Salvador, y una profundidad de casi cuatro kilómetros, mientras desde el aire aviones surcaban el cielo en busca de cualquier rastro visible o invisible. Casi 72 horas de esfuerzos contra el reloj en pos de la “aventura” de una compañía privada, OceanGate, sobre la que arrecian las críticas por la falta de homologación del aparato y los riesgos “de menores a catastróficos” que planteaban sus “misiones de investigación” del fondo marino, como la compañía calificaba las inmersiones, rechazando de plano la definición de turismo extremo para ricos. Cada pasajero debía desembolsar unos 250.000 dólares (unos 230.000 euros) por viaje.

Las condiciones meteorológicas, que el martes habían dado un respiro, empeoraron a primera hora de la tarde del miércoles, añadiendo complejidad al abismo oceánico y a la profundidad alcanzada por el Titan. Según los guardacostas estadounidenses, en la zona de búsqueda se han registrado en las últimas horas olas de dos a tres metros de altura y vientos con rachas de hasta 50 kilómetros por hora. El mal tiempo se prolongó hasta la medianoche, tras el paso de un frente tormentoso. Si los cinco tripulantes continúan con vida, excluyéndose escenarios tales como un incendio o una inundación a bordo, lo han hecho en condiciones de habitabilidad extremas: en el cilindro de titanio y fibra de carbono no hay asientos, solo una única ventanilla de 21 pulgadas, unos 53 centímetros de diámetro. No mucho más se necesitaba para el corto viaje previsto, como los dos realizados hasta la fecha, con una duración de 10 horas entre el descenso, una exploración de dos horas y media en torno al pecio del Titanic, a 4.000 metros de profundidad, y la subida. Si el aparato fuera localizado íntegro, el desafío sería reflotarlo hasta la superficie, dado su peso.

Mike Reiss, escritor y productor que hizo el viaje el año pasado, recordó que antes de sumergirse los pasajeros deben firmar un “larguísimo documento de consentimiento [aceptación de riesgos] en el que se menciona la posibilidad de muerte tres veces solo en la primera página”. David Pogue, periodista de la CBS y antiguo columnista de tecnología de The New York Times que también viajó en el Titan, describió el interior como “del tamaño de un monovolumen”. El aparato llevaba comida ligera a bordo, como sándwiches y agua, para la travesía. Un rudimentario retrete separado por una cortinilla del habitáculo cilíndrico donde los pasajeros se ven obligados a sentarse con las piezas cruzadas, sin posibilidad de ponerse de pie o moverse, completa el escaso equipamiento de la nave. Sin radio ni GPS, se pilota con un mando de videojuego apenas modificado, cuyo diseño se asemeja a uno de los característicos controles de videoconsolas.

Asumiendo que la nave se encontrase aún intacta bajo el agua, la falta de oxígeno y el plazo de habitabilidad en el interior de la misma no son sin embargo valores absolutos. Varias variables podrían ayudar a prolongar el tiempo de supervivencia, según David Cornfield, neumólogo de la Universidad de Stanford, citado por el diario The New York Times. Si los pasajeros acompasan su respiración para ralentizarla, podrían ganar un 10% de tiempo, es decir, unas nueve horas más. “Pueden cambiar la curva” si mantienen la calma y respiran más despacio, señaló el especialista. El nivel de dióxido de carbono, un gas invisible que se exhala al respirar, también condiciona el tiempo de supervivencia. A mayor acumulación, más posibilidades hay de que las personas a bordo se aletarguen y pierdan la consciencia, hasta morir. Según algunas informaciones, no confirmadas, el Titan estaba equipado con un depurador o filtro para expeler un exceso de dióxido de carbono.

Quienes son los cinco desaparecidos

A bordo viajaban el millonario británico Hamish Harding, presidente de la compañía Action Aviation; el millonario paquistaní Shahzada Dawood, vicepresidente de Engro, y su hijo Suleman; el experto buceador francés Paul-Henri Nargeolet; así como Stockton Rush, director general de OceanGate Expeditions, la compañía que opera el sumergible, y que cobraba 250.000 dólares por turista.

El Pentágono anunció el envío de un tercer avión C-130 y tres C-17, mientras que un robot submarino enviado por el Instituto Oceanográfico francés se iba a incorporar a la búsqueda.

La Marina Real canadiense envió un buque con cámara hiperbárica a bordo y expertos con asistencia médica, que se suma a otro navío del servicio de guardacostas equipado con instrumentos de sonar avanzados.

La compañía Horizon Maritime, propietaria del Polar Prince, el barco que lanzó el sumergible, también está enviando otro buque con equipo de búsqueda en aguas profundas.

La ubicación de la búsqueda “vuelve excepcionalmente difícil la movilización rápida de grandes cantidades de equipamiento”, explicó el capitán Frederick.

Fuente: El País / TN