El 17 de marzo de este año, una semana antes de su detención por la causa que investiga los abusos de menores en las inferiores de Independiente, el árbitro Martín Bustos tuvo una charla con un menor de edad a través de Facebook, en la que se puede ver cómo el adulto chatea con el chico y -de a poco- intenta ganarse su confianza para intentar conseguir un encuentro cara a cara.

"Hola crack, gracias por aceptar", le escribe el árbitro en un tono amigable y campechano al menor de edad que asiste al colegio de Independiente. De a poco, Bustos se va haciendo amigo, le saca información y lo invita a verse en persona: "Nos juntamos a tomar algo y a charlar de fútbol si querés. Obvio que yo invito".

Esta conversacion es una de las tantas que están en el expediente que investiga la fiscal María Soledad Garibaldi y que le permitió detener al árbitro e imputarlo por abuso sexual y promoción de la prostitución de menores de edad.

Durante toda la conversación, el árbitro busca que los menores mantengan en secreto sus charlas con él: "Eso sí, te pido que no se divulgue mucho que tenés un amigo árbitro porque no queda bien que un árbitro y un jugador sean amigos fuera de la cancha. ¿Puede ser? ¿Me bancás en esa?".

EL MODUS OPERANDI

Primero, agregaba a decenas de jugadores menores de edad a través de las redes sociales e intentaba sacarles conversación, con los que le contestaba establecía una charla. De a poco, Bustos se ganaba la confianza de los chicos hablando sobre fútbol y haciéndoles entender la situación de poder que implicaba estar hablando con un árbitro.

Si los menores le daban charla y le seguían el juego, el árbitro iba por más: buscaba excusas para verlos en persona y hasta les ofrecía ir a buscarlos adonde sea.