Intentar hacer hablar a un muerto puede sonar a práctica de nigromancia o contacto extrasensorial, con una biblioteca a favor y otra en contra sobre esa posibilidad. Pero a pesar de la polémica, para la gente de ciencia esa chance, aunque no de manera literal, existe. ¿Cómo? La expresión autopsia o necropcia psicológica se hizo famosa en el país cuando un juez la ordenó para determinar si el fiscal federal Alberto Nisman fue capaz de tomar la decisión de matarse de un tiro o si, por el contrario, fue víctima de un homicidio porque su muerte ocurrió el 18 de enero de 2015, justo cuatro días después de que le atribuyera a la entonces presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner un "encubrimiento" del ataque terrorista a la sede de la AMIA, en 1994, que dejó 85 muertos. A partir de ese estudio el caso dio un giro diametral y se empezó a sospechar de un crimen (ver AMIA: un vuelco...).

Ahora un juez sanjuanino, Martín Heredia Zaldo (Cuarto Juzgado de Instrucción), apelará por primera vez en estas tierras al mismo recurso, para esclarecer con la mayor aproximación posible si la jubilada judicial Liliana Loyola (64) sufrió por accidente las quemaduras que causaron su muerte, si acaso esas heridas se las autoprovocó. O si, tal como se sospecha hasta ahora, su hijo adoptivo, Juan Eduardo Echegaray (27, está preso) pudo rociarle combustible y prenderle fuego porque ella no quería darle plata.


Según fuentes judiciales, la autopsia psicológica se hizo necesaria pues cuando ocurrió el siniestro, entre las 20 y las 21 del 29 de noviembre pasado en el barrio Aramburu, Rivadavia, la propia víctima les dijo a los policías que llegaron a su casa que ella misma había sufrido un accidente con su camisón y las velas que encendía a imágenes religiosas.

Sus dichos fueron suficientes para que no se encarara en el acto un estudio pericial en la escena, el dormitorio de Loyola. Pero esa y otras pruebas se hicieron imperiosas cuando uno de los hermanos de la víctima denunció que ella le confesó que había sido su hijo quien le prendió fuego.

Entonces los bomberos analizaron el dormitorio y determinaron que el uso de fuego fue intencional, que existió presencia de un elemento combustible y describieron también el posible itinerario de ese químico en una suerte de chorro desde la cama hasta el techo, precisaron voceros judiciales.

A esa conclusión se sumó el testimonio de un vecino que dijo haber visto entrar y salir al hijo de Loyola en tres ocasiones de la vivienda, en una de las cuales lo escuchó gritar y lo vio patear una puerta cuando ocurrió el siniestro.

Los hermanos de la fallecida como también una amiga y otros testigos, aseguran que Echegaray siempre maltrató y golpeó a su madre adoptiva y que ella siempre lo toleró para que no vaya prisión. Esos parientes no dudan de que el joven cometió un crimen y están convencidos de que lo hizo para quedarse con todos los bienes de la mujer.

Desde el entorno del sospechoso niegan de plano esa versión. Es más, el padre y una hermana de Echegaray aseguraron que el joven les contó de que ese día la mujer hubiera muerto si él no hubiera intervenido.

Ante semejante polémica, ahora entrarán en escena un grupo de expertos, principalmente psicólogos y psiquiatras, que indagarán a quienes se contactaron con la víctima en los momentos previos, concomitantes y posteriores al incendio. La idea es que esos especialistas den un perfil intelectual y emocional de la mujer, para ver si presentaba o no algún problema que la llevara a querer matarse. O si, a la inversa, terminó siendo una víctima letal de la violencia de su propio hijo.

Liliana Loyola falleció el pasado 9 de enero y ese mismo día su hijo se entregó. Luego se negó ante un juez a dar su versión. La autopsia psicológica será clave para esclarecer el caso.

Amia: un vuelco que jaquea a Cristina

El 18 de julio de 1994, 85 personas murieron y otras 300 resultaron heridas por un ataque terrorista en la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina). Desde la comunidad israelí siempre se sospechó de los fundamentalistas iraníes, pero la Justicia local nunca llevó a juicio a los autores (materiales e intelectuales) de ese terrible golpe ni sus conexiones locales. Hasta que se conformó una unidad especial al mando del fiscal Alberto Nisman.

El 14 de enero de 2015, el funcionario concluyó que la entonces presidenta Cristina Fernández y varios de sus colaboradores, encubrieron el atentado a través de un pacto firmado con Irán. Cuatro días después, Nisman apareció muerto de un tiro en su departamento. Un año después, se ordenó una autopsia psicológica porque en el entorno del fallecido no lo creían capaz de algo así. Y los encargados de la necropsia psicológica lo confirmaron. Ahora Cristina está procesada en ese caso.