El caso del motociclista que ayer murió atropellado en la Ruta 40 no tiene detenidos, pero los pesquisas están tras los pasos de un sospechoso, revelaron fuentes judiciales a este diario.

La autopsia confirmó que Rodrigo Pérez Oliva (29) tuvo una muerte violenta y que fue embestido, descartando la posibilidad de que haya sufrido una caída, como se barajaba en un primer momento.

Las cámaras de seguridad captaron a la víctima alrededor de las 7,35 de ayer saliendo de la Villa Aberastain, en Pocito. Enfilaba en esa moto Gilera 150 cc que tenía hace poco más de un año, hacia su trabajo en una empresa agrícola en Santa Lucía.

Pero unos 5 kilómetros después sufriría una muerte espantosa: cuando transitaba hacia el Norte por la Ruta Nacional 40, unos 200 metros después de cruzar Calle 10, en Pocito, alguien lo embistió y lo mandó con moto y todo hacia el carril de circulación contraria, donde no tuvo escapatoria, porque terminó con el cuerpo destrozado. 

Rodrigo Pérez Oliva (29)

En la UFI Delitos Especiales (al mando del fiscal coordinador Adrián Riveros y los ayudantes fiscales Sebastián Gómez y Emiliano Pugliese) investigan si esos terribles daños corporales de la víctima fueron provocados por al menos dos autos, aunque el primero en arrollarlo no paró y se dio a la fuga. Esa es la persona más complicada y en la mañana de este jueves los pesquisas revelaron que están tras sus pasos.

Por otro lado, ayer había quedado demorado el conductor de un Chevrolet Prisma que, al parecer, le pasó por arriba al motociclista cuando ya nada se podía hacer y que esperó la llegada de la Policía. Esa persona ahora se encuentra en libertad, al igual que una docente que en un Volkswagen Gol circulaba con una colega hacia el Sur por la Ruta 40 y embistió sólo la moto de la víctima. Mientras que los investigadores secuestraron también un Renault Clio que podría tener vinculación con el caso, para que sea peritado. 

Rodrigo era el menor de cuatro hermanos y vivía con su madre en la Villa Aberastain, en Pocito. Según su hermano Pablo, hacía por lo menos tres años que recorría el camino donde lo sorprendió la muerte, para ocuparse de las tareas ligadas a la contabilidad de la empresa en la que trabajaba.