Para ellos el deporte, y fundamentalmente el rugby, significan el modo de sortear literalmente un muro que de otro modo deberían esperar años para cruzar. Una vez por semana, se arma un operativo especial en el Penal de Chimbas para que más de 30 internos salgan de sus pabellones y lleguen a una de las dos canchas que están en los patios del complejo. En un principio, esa actividad estaba dictada por agentes. Ahora, además, tienen la posibilidad de recibir la instrucción de civiles, que se acercan como voluntarios en el marco del plan implementado por la Fundación Espartanos, que llegó al Servicio Penitenciario local a principios del mes pasado.

Los martes en los que se desarrolla la actividad de la que fue espectador DIARIO DE CUYO, son especiales entre las murallas de la cárcel. El grupo de internos realiza las fajinas y, después de un almuerzo rápido, las celdas se transforman en un vestuario. La mayoría saca sus camisetas o buzos de distintos equipos y deportes, se calza las zapatillas y se para frente a las rejas. Entre ellos hay acusado y condenados por causas diversas, la mayoría robó y algunos cometieron homicidios.

Su ansiedad se nota y más de uno le pregunta al guardia si falta mucho para que lleguen a buscarlos. De golpe, empieza el movimiento. Los agentes los llaman, hacen las requisas y arman un cordón policial que los reos recorren hasta la movilidad que los transportará.

Afuera de la alta muralla con alambres de púa en la cima que rodea cada pabellón y su patio, el movimiento también se intensifica.

Con el fin de asegurarse de que no haya ningún elemento extraño, los perros de la División Canes recorren la cancha que parece un simple terreno (que esperan poder mejorar el futuro): es de tierra y tiene ondulaciones, pero muestra unas líneas blancas que marcan los límites de juego.

Mientras se escucha cumbia de fondo que llega desde las celdas cercanas, el jefe de Coordinación Deportiva del Penal, Darío Atencio, pide refuerzos de distintas divisiones que, armadas y con movilidades de apoyo, se paran en puntos estratégicos alrededor del campo de juego.

En el medio, los voluntarios, que ya recibieron las instrucciones correspondientes y fueron revisados en el ingreso, sacan las guindas y los conos. Guillermo Miodovsky, Matías Salvatore y Matías Estrada, están parados solos, en el medio del terreno. Ellos han dedicado gran parte de su vida al mundo del rugby y ahora tienen el desafío de transmitir a los presos sus conocimientos deportivos y, principalmente, los valores que encierra la actividad: el juego en equipo, la consigna de confiar en el otro, de apoyar al compañero y de respetar al oponente y, por sobre todo, de seguir las normas.

De golpe, alguien grita: ‘Ahí vienen‘. Es, tal vez, el momento de mayor tensión. La camioneta se detiene y los internos empiezan a bajar. ‘¿Dónde están los itakeros?‘, pregunta Atencio al guardia que controla desde una de las columnas en la altura. ‘Ya vienen‘, le responde. Y entonces, da la orden de alto: ‘Que no bajen todavía, esperen que cada uno esté en su posición‘, pide el Jefe.

Control. Durante la práctica, distintos grupos policiales custodian el espacio desde cerca. Las autoridades aseguran que nunca surgieron problemas durante un entrenamiento.
 

Cuando vuelve la calma, los voluntarios se acercan al grupo. Con algunos de los internos chocan las palmas, a otros les dan palmadas en la espalda. Ya en el medio de la cancha, los presos se abrazan y forman una ronda alrededor de los entrenadores, que les indican las claves del entrenamiento del día.

Sin perder tiempo, empiezan las tareas de calentamiento. Las guindas vuelan y en ese momento parece desaparecer la opresión que generan el lugar y las armas que lo rodean.

Equipo diverso. Entre los reos que participan de la actividad, hay algunos que juegan rugby por primera vez y otros que practicaban el deporte cuando estaban en libertad.
 

El picadito llama la atención de los reos que, desde el otro lado del alambrado, en los distintos pabellones que tiene visión hacia la cancha, gritan mensajes, saludos o indicaciones. Los hacen callar.

Después de poco más de una hora, la realidad da un nuevo golpe. Los saludos dan lugar a la tensión. Presos y agentes se ponen más firmes y serios cuando el motor de la camioneta arranca marcando el regreso al encierro extremo y la espera por volver a salir después de pagar sus deudas con la sociedad.

Una idea que nació de ellos mismos

 


 

La actividad deportiva comenzó en el Penal el 21 de septiembre de 2017. Los presos empezaron jugando fútbol y después se sumaron el básquet y el vóley. Tras varias jornadas, algunos internos pidieron incluir al rugby en el cronograma.

La primera respuesta de las autoridades fue negativa. Sin embargo, tras un análisis llegó el visto bueno y pronto ingresaron algunos voluntarios de la Unión Sanjuanina de Rugby a colaborar.

La llegada de los voluntarios de la Fundación Espartanos les abrió otro panorama. Ahora cuentan con los elementos necesarios para las prácticas y reciben la instrucción de más civiles, lo que cambia el modo de abordar el deporte.

Además, están próximos a tener una cancha acondicionada e incluso recibirán camisetas con los colores que ellos mismos elijan. Sumado a eso, debido a que nuevos internos quieren sumarse a las prácticas, ya piensan incorporar un segundo día de entrenamiento.