Evolución. Manuel Gutiérrez está en su casa nueva y fue atendido en el hospital de Caucete, donde le curaron las llagas y le hicieron un chequeo general. Sigue bajo el cuidado de su sobrino, Ramón Cortés.

"Me dormí una siestita", dijo el abuelo con una sonrisa picaresca cuando se despertó a las 11 de la mañana. Estaba de muy buen humor porque las llagas en la piel le dejaron de supurar, porque puede ver el sol a través de las ventanas y por el inicio de una mejor vida, pese a que aún no tiene más que sopa para comer. Es Manuel Gutiérrez, el anciano de 85 años que conmocionó a la opinión pública luego de que DIARIO DE CUYO publicara las fotos que mostraron el estado de salud calamitoso en el que estaba y la miseria en la que vivía en un rancho del asentamiento de Avenida de Los Ríos y calle Caseros, en Caucete. Ese lugar dejaba traslucir la pobreza extrema y la vulnerabilidad en la que estaban tanto él como Ramón Cortés, el sobrino que vive con él y que no tiene tiempo para cuidarlo por trabajar casi todo el día en el campo. Ambos ya están en la casa del Barrio Pie de Palo que les entregó el Gobierno hace dos días, aunque sin recibir aún ninguna de las ayudas oficiales prometidas, según dijeron. El próximo 10 de diciembre Manuel cumplirá 86 años y dice que "sueño con al menos poder comer alitas de pollo para festejarlo".

Manuel tiene una lucidez impecable, aunque le cuesta hablar. De todos modos se esforzó para contar parte de su historia y para, principalmente, terminar con los comentarios de que Ramón lo maltrata o lo descuida. "Cada día le doy gracias a Dios por tener a mi sobrino que me cuida con cariño. El pobre hace lo que puede con lo poco que tenemos. Hoy me hizo una sopita porque no tenemos nada de mercadería. Seguro que mucha gente piensa que me maltrata, que se gasta mi jubilación y que no me atiende. Yo le digo que se quede tranquilo, que deje que la gente hable, que yo sé cómo son las cosas", dijo el anciano mientras acomodaba cada brazo sobre un pañal descartable para no manchar la sábanas con el líquido desinfectante que más temprano Ramón le colocó en las llagas.

"Si tuviera que elegir, mil veces elegiría que me siga cuidando mi sobrino Ramón".

MANUEL GUTIÉRREZ
Hombre de 85 años

Luego de tomar un sorbo de agua y un poco de aliento, comenzó a contar parte de su historia. Dijo que nació y creció en Trinidad, trabajando desde muy chico para mantenerse y ayudar a sus padres. En 1972 se casó y tuvo dos hijos de los que no sabe nada, ni siquiera si siguen con vida. "Nos mudamos a Buenos Aires para trabajar en una fábrica de mármol. Pero con el tiempo tuve que volver a San Juan porque mis padres estaban muy enfermos. Mi esposa quiso quedarse en Ciudadela con los niños y no volver. Yo no me opuse. Desde entonces no sé nada de ellos. Les mandé un telegrama a través de la Policía, pero nunca tuve una respuesta y les perdí el rastro. No sé si mi esposa y mis hijos están vivos o muertos y ni siquiera si tengo nietos. Me resigné a quedarme solo", dijo.

Tras jubilarse en el trabajo rural, se fue a vivir al asentamiento de Caucete donde comenzó a enfermarse por las precarias condiciones de vida, terminando con un solo riñón, en sillas de ruedas y en la miseria. Hace 6 meses, su sobrino se mudó con él para cuidarlo, en la medida de lo posible. Desde que les entregaron la casa, Ramón dejó de trabajar para poder cuidar a su tío. "Desde el municipio de Caucete me dieron tres opciones. Una era que dejara de trabajar para que lo cuidara tiempo completo, que contratara a alguien que lo cuide o que lo llevara a un geriátrico. Ninguna era posible. Si dejo de trabajar no puedo pasarles la cuota alimentaria a mis 4 hijos ni ayudar con los gastos de Manuel. Con su jubilación y con lo que gano en el campo no nos alcanza para vivir y pagar para que lo cuiden. Y él no quiere ir a un geriátrico, dijo que antes se mata. Por eso dejé de trabajar con la promesa del municipio de darnos alguna ayuda. Y hasta ahora no pasó nada. No trajeron la cama ortopédica que le prometieron a mi tío, ni mercadería", dijo Ramón.

Manuel agregó que cobra su jubilación recién el 7 de diciembre y que hasta entonces no tienen nada para comer. Y que por eso pusieron en venta la cocina que usaban cuando estaban en el rancho (la casa nueva incluyó cocina a estrenar), con la esperanza de venderla y obtener algo de plata para comprar alimentos. Especialmente para que su sobrino le prepare algo rico el próximo 10 de diciembre, día en que cumple 86 años. "No pretendo mucho, sueño con al menos poder comer alitas de pollo para festejar mi cumpleaños. Lo necesito porque me duele verme en el estado en que estoy", sostuvo el anciano.