Olivera muestra el gallinero en el que aparecieron 50 aves muertas, sin que hubiera en la zona rastros de violencia.

La inexplicable aparición de más de 55 animales muertos de la noche a la mañana en dos fincas de La Laja, en Albardón, generó incertidumbre, especulaciones y despertó un mito ya conocido en la provincia: el del Chupacabras.

Todo comenzó el 4 de agosto de 1996. Ese día, 50 gallinas aparecieron muertas en el corral de la finca de Alberto Olivera. En la zona no había rastros de violencia, salvo por un pequeño agujero en la tela del gallinero.

Mientras, las gallinas que yacían sin vida sólo tenían dos pequeños orificios a los lados de sus cabezas. “Los agujeros que tenían en la cabeza eran muy pequeños, como si se trata de mordeduras muy profundas de algún animal poco conocido en esta zona”, aseguró el dueño a DIARIO DE CUYO en ese momento.

Olivera estaba convencido, o quería creer, que aquella extraña situación había sido generada por algún animal pequeño y desconocido en la zona. Sin embargo, a su alrededor todos hablaban de "un vampiro que había atacado a las aves hasta desangrarlas o del Chupacabras", aquella especie de bestia que mata a sus víctimas extrayéndoles hasta la última gota de sangre.

En medio del desconcierto, la Policía retiró algunas gallinas muertas y otros ejemplares fueron enviados a una veterinaria local y a la Facultad de Veterinaria de Córdoba, para tratar de establecer quién fue el atacante.

Pero la historia de misterio no terminaría allí. El 21 de agosto de 1996, otra denuncia generó conmoción. Un chancho, dos ovejas y un perro muertos encendieron la alarma del dueño de una finca de la misma localidad. Allí, en los últimos 20 días habían muerto también otra oveja y varios conejos. Todos, con una característica común: dos orificios de unos 10 milímetros detrás de cada oreja.

Las nuevas muertes que encendieron alarma y la imagen de la autopsia realizada al chancho.

“Cuando encontré la primera oveja agonizando no le di mucha importancia. Pensé que podría haber sido un perro callejero que tenía hambre. Había lana desparramada por todos lados”, contó en esa oportunidad Fabio Boronat, dueño de los animales. Pero al otro día aparecieron dos nuevas ovejas muertas y un perro. Para prevenir nuevos fallecimientos de animales, la familia decidió cerrar el corral. Sin embargo, eso no dio resultado. Veinte días después encontraron el chancho fallecido.

Fue entonces cuando el dueño del lugar llamó a la policía y le hicieron una autopsia al animal. Al abrir su cabeza descubrieron lo imposible: estaba vacía. “No tenía ni siquiera los sesos”, resaltó el hombre.

Con esa información, tanto la policía como la gente conocedora de la zona descartaron que el atacante fuera una persona o un animal pequeño, dado que estos matan para comer. En cambio, empezaron a pensar en algún animal salvaje, como un coatí o zorro. Sin embargo, por lo bajo, seguía sobrevolando el temor de la bestia conocida como Chupacabras, esa mezcla de murciélago con canguro, con garras y uñas, oriundo de la zona de Puesto Rico. Bautizado así por el “chotacabras” un ave de ese país que, según la leyenda, mama la leche de las cabras. En Centroamérica hasta se cree que sería una especie de mascota que los extraterrestres abandonaron en la Tierra y que, con el tiempo, logró reproducirse.

En Albardón, todo quedó en la nada. Los vecinos pusieron las trampas, las muestras fueron analizadas y todos se mantuvieron en alerta, pero nadie supo qué pasó. 

Un misterio extendido e histórico

Una representación del Chupacabras teniendo en cuenta de las descripciones extendidas por el Continente.

El mítico Chupacabras vive en el idearío colectivo de gran parte de América desde hace más de 40 años. De él se ha hablado, en distintas épocas, en varias provincias del centro de Argentina y también más allá de la frontera: en países como Estados Unidos,  Puerto Rico, México, Chile y Uruguay.

En todos los casos, el personaje apareció luego de ataques inesperados con curiosidades comunes, que las heridas no sangran y siempre les falta a los animales alguna parte de su cuerpo como los sesos, lengua, ojos u orejas.

Sumado a eso, el resultado de las investigaciones nunca es certero. Tanto las versiones científicas como las de organismos oficiales de los distintos países son cautas y lo único que se tiene claro es que se descarta un ataque animal o de algún depredador. Sí hay quienes afirman que la mortandad de las vacas podría deberse a “casos aislados de prácticas esotéricas”.